Las "grandes aportaciones" de la inmigración haitiana

Las "grandes aportaciones" de la inmigración haitiana

EL AUTOR es historiógrafo, poeta, escritor y profesor universitario. Reside en Santo Domingo.


Por MANUEL NUNEZ 


Uno de los argumentos que ahora han entrado en el escenario son las aportaciones grandiosas que han hecho los inmigrantes haitianos a la sociedad dominicana. Me ha tocado leer dos tesis. O, mejor dicho, dos bodrios. En ambas se han empleado informaciones tergiversadas; se ha hecho gala de una falta de probidad intelectual portentosa. En algunos casos, con una buena dosis de ingenuidad que raya en el cretinismo. Se han inventado una realidad muy distinta de la que vivimos. Posteriormente, me he tropezado en un periódico, con una exposición del contenido de las tesis de marras, presentado como una investigación de altos vuelos. Una autentica chapucería.
Todo este tinglado se ha empleado para negar la realidad. Fabricarles la justificación a los que promocionan a estos inmigrantes indocumentados. Hablan con aire doctoral; toman ínfulas de académicos y de expertos; son unos chupa cámaras; esconden las informaciones preocupantes, porque su propósito es manipular a la opinión pública con cuadros, informes, seminarios. A estos maestros de la mentira, de lejos, se les ve el plumero.
¿Quién con dos onzas de cerebro puede pensar que se combate el endémico desempleo que padece el país desnacionalizando completamente el trabajo? ¿Quién puede imaginarse que al privar al dominicano de los mecanismos de supervivencia representado por el empleo, no se iba a producir lo que se está produciendo ahora, que es el crecimiento de la delincuencia, del narcotráfico, de la prostitución, del juego, de la inseguridad y de la desesperanza? ¿Quién con dos dedos de frente puede considerar que estas nuevas realidades incubadas en el mal anterior deban ser catalogadas como una aportación que merezca editoriales de unos periodistas serios?
No dejo de romperme la cabeza al imaginarme quién tendrá la flema inglesa de suponer que el hecho de que el Estado dominicano se gaste más de 3000 millones de pesos del presupuesto nacional del Ministerio de Salud Pública en atenciones a estos inmigrantes indocumentados que franquean la frontera pueda presentarse como un triunfo económico y no como una derrota social. No, señores, esas aportaciones sólo contribuyen a nuestra pobreza. Se ha destruido el salario, y los que emplean esta mano de obra pagan menos; ganan más; quizá se hacen más ricos; pero el país se hunde.
Estamos, a ojos vistas, ante economistas tuertos que sólo ven los beneficios que obtiene el haitiano, que es el que está produciendo, y enviando remesas a su país, y mantienen una inconfesable ceguera ante la situación del dominicano, que ya ha perdido la esperanza. Esta despreocupación por la suerte del dominicano, este desprecio por sus derechos nacionales se explica porque se hallan poseídos de una visión ideológica que les da sensación de tener el monopolio de la compasión. Pero una compasión selectiva, que es impiedad para el dominicano. Una compasión y una comprensión de la cual estamos excluidos rotundamente. Al realizar el sueño del haitiano de apropiarse de los empleos y establecerlo en el país, fabrican la pesadilla del dominicano.
Toda esta gavilla compuesta por curas, periodistas, vividores de ONG se presenta como los donjuanes de la paz. Una paz fundada en arrebatarle el derecho al dominicano para dárselo al haitiano, en traspasarnos los inmensos problemas de otro país, en desacreditarnos internacionalmente y en inventarnos una nueva realidad completamente fantasiosa para manipular nuestra percepción de la realidad verdadera. He aquí el método de sociólogos, periodistas y jesuitas: se combate el desempleo, metiendo más haitianos en los puestos de trabajo; se combate la insalubridad, importando enfermos del país más insalubre del continente; se combate la falta de educación, inscribiendo niños del país vecino en las escuelas, y echando por tierra toda la planificación nacional. Estos pirómanos, disfrazados de pacíficos bomberos, recomiendan apagar el fuego en que se ha transformado nuestra sociedad con chorros de gasolina. ¡Doctores tiene la Iglesia! ¡ay, si nos lleváramos de algunos expertos!
Cuando les exigimos que nos demuestren en qué se han beneficiado los cientos de miles de dominicanos que ya no están ni en la agricultura, ni en la construcción, ni en el turismo, ni en la buhonería ni siquiera en la mendicidad, echan mano de discursos de otras realidades como argumento de autoridad, emplean una palabrería sacada de los peores vertederos ideológicos. La realidad ha vencido a los teoriquillo de pacotilla. Si en nuestro país el empleo es cada vez más escaso, y los inmigrantes envían al suyo cada vez más remesas, ¿dónde están las ventajas que estos “científicos” han localizado y que a los dominicanos les resultan tan difícil de observar? ¿cuáles son las demostraciones concretas que nos dicen que la pérdida de empleo, la imposibilidad de modernizar la agricultura, el empobrecimiento progresivo y permanente de nuestros trabajadores y todos males sociales que trae consigo esta inmigración tengan un efecto positivo para la sociedad dominicana? ¿ Quién puede hacer esas demostraciones?
Hay otras aportaciones que se pueden observar. Hace varias décadas la República Dominicana se proclamó durante varios años un país libre de la malaria, tal como ha ocurrido en la mayoría de países del Caribe y en el resto del continente. Hoy tenemos una prevalencia endémica y de tales proporciones que sería muy difícil derrotar ala enfermedad. La estamos importando masivamente con esta inmigración. Haití mantiene la más alta prevalencia en el SIDA(10%), ocupa el octavo lugar mundial en prevalencia de la tuberculosis; tiene altísima prevalencia de la filariasis, de la malaria, del cólera, ¿cuáles son los beneficios que obtenemos importando esas enfermedades?
Defender a nuestro país de semejantes calamidades, no nos convierte en adeptos del trujillismo, ni en partidarios del genocidio nazi, ni nos vuelve personas despreciables ni socios ideológicos de la barbarie , tal como quieren presentarnos aquellos que se han propuesto aplastar nuestra dignidad valiéndose de chantajes, de mentiras y de ultrajes .
Ahora resulta que hay que matar al mensajero, al que trae las trágicas noticias, y olvidarse de la tragedia y, desde luego, del mensaje. Esconderle la verdad al pueblo, ocultarle el rostro de la catástrofe, no es aportarle soluciones. El problema haitiano no va desaparecer presentándolo como una patología mental, convirtiéndolo en una realidad psicológica o en la aberración sustentada por un solitario profesor de literatura. Su capacidad destructora, la fuerza irrebatible de los hechos, derriban estos cálculos. 
Nos hallamos enfrentados a intelectuales, periodistas y sacerdotes que rehúsan confrontar sus ideas con los resultados objetivos de nuestra desgracia, que creen absolutamente que el haber optado por una opción preferencial por los haitianos, les convierte en moralmente superiores, les otorga el monopolio del corazón. Que los santifica. No partamos de las bondades que estos hombres se atribuyen a sí mismos, ni de los rodeos y embellecimientos con que cubren sus palabras, ni del cielo fantástico que nos prometen detrás de su proyecto que niega la idea de nación, sino del infierno real que están produciendo con su acción infame aquí y ahora.
El porvenir se construye en el presente. Lo que no seamos capaces de ver hoy nos pesará mañana. Nosotros ayer, y hoy somos el resultado de la defensa y de la voluntad de ser. Sin defensa no hay nación. Nuestra propia existencia como Estado , el tener una bandera, un himno y el derecho a un gobierno propio fue el resultado de doce años de guerra (1844-1856), con la sangre en la cintura, para arrebatarle a un enemigo avieso y hostil, La independencia.
A muchos de nosotros, como decía el gran Ortega y Gasset, lo peor que nos pasa es que no sabemos qué pasa. Pensemos que hay una gran cantidad de periodistas , intelectuales e incluso políticos, que hacen alarde de las grandes aportaciones al progreso de nuestra nación que hacen los haitianos. Son unos genios de la verborrea y del discurso embrollado. Nos van a demostrar que un país puede desarrollarse, importando miseria del país más pobre del continente. Lo peor de todos los que padecen esa alucinación ideológica es que en lugar de ocuparse de los problemas reales que produce esta inmigración,; se inventan problemas abstractos; se dedican a insultar a sus conciudadanos . En lugar de esclarecer y prevenir al pueblo sobre su porvenir, se proponen ocultarle la verdad. ¡ Qué pena!



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