¡Pobre Constitución!

Impresionó a la sociedad que un grupo de legisladores no pudo responder correctamente cuántos artículos contienen la Ley de Leyes
A 170 años de creada la Constitución dominicana son pocos los que se interesan por conocer su contenido y ahondar sobre ella, y hasta permiten que les violen sus derechos por no darle una ojeadita a sus artículos.

Pero que los ciudadanos no sepan mucho de la Carta Magna es pasable, el asombro viene de los propios legisladores que no pudieron responder correctamente cuántos artículos tiene la Ley de Leyes, cuando un humorista les hizo la pregunta.

Es lamentable que los congresistas no sepan este dato elemental de su instrumento de trabajo, que cambian, modifican y transforman constantemente solo con levantar su mano derecha.

Desde el 6 de noviembre del 1844, fecha en que se promulgó la primera Constitución, en San Cristóbal, hasta hoy, esta ha sido objeto de 39 modificaciones, siendo la más reciente la del 26 de enero del 2010. Actualmente contiene 277 artículos. Ninguna otra constitución en el mundo ha sido objeto de tantas alteraciones.

Muchas de las transformaciones experimentadas por la pieza jurídica más importante del país han sido para poner o quitar algún artículo. Uno de los temas más discutido fue y es la reelección.

La vida institucional de República Dominicana se rige  por la Constitución del 2010, considerada, por muchos como desfasada por  otorgar poderes ilimitados al Presidente de  la República; además,    por no poseer ningún mecanismo (referendo revocatorio), así también  porque no contempla el procedimiento de la Asamblea Constituyente para futuras reformas constitucionales.

Sin embargo, lo que más molestó fue que no prohíbe las prácticas aberrantes del nepotismo y el patrimonialismo en las instituciones públicas.


¡Pobre Constitución dominicana, tan olvidada y ausente, que solo se pone de moda cada 6 de noviembre, cuando los ejemplares  están por doquier, ya que poco a poco se está convirtiendo en un pedazo de papel con letras muertas.


Ante tal panorama, aun quedan algunas esperanzas, siempre y cuando los dominicanos y dominicanas aprendan a amar y respetar su Carta Magna y trasmitir ese sentimiento a las futuras generaciones, para que perdure la esencia del deber y de los derechos ciudadanos.

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