Candidatos de la Florida y “los cambios electorales respecto a Cuba”
En tiempos
pasados, no muy lejanos, todo candidato político creíble haciendo campaña en
Florida para elecciones estatales o nacionales obligatoriamente debía recitar
denuncias contra el gobierno cubano y proclamar su fe en que el embargo a la
isla finalmente sacaría a los Castro del poder.
Durante
generaciones, para los cubanoamericanos, un grupo que anteriormente fue
altamente monolítico a la hora de votar, el embargo representó un símbolo de
desafío, más credo que política.
Eso ha
cambiado drásticamente en los últimos años, a medida que los más recientes
miembros de la diáspora se han manifestado a favor de fomentar lazos estrechos
con la isla. Cuba sigue siendo un tema político importante en Florida y,
hasta cierto punto, a nivel nacional. Pero el tema se ha vuelto mucho más complejo.
Esa
evolución ha permitido que un creciente número de políticos destacados puedan
llamar el embargo una política fallida, y argumentar que ponerle fin a la era
de enemistad con Cuba representa la mejor oportunidad para fomentar un futuro
más próspero en la isla. Muchos industriales cubanoamericanos que defendieron
el embargo en el pasado se han convertido en partidarios de establecer nuevos
nexos con la isla. El lobby pro-embargo, hoy en día, recauda una fracción de
los fondos que colectaba en años anteriores. El Presidente Obama recibe
actualmente más correspondencia de legisladores que están a favor de reanudar
la relación, que de aquellos que aún quieren mantener sanciones.
El cambio ha
sido percatado en la Casa Blanca, donde los asesores del presidente están
considerando cuánto progreso pueden lograr al ampliar lazos con Cuba, una
aspiración que Obama ha tenido hace mucho tiempo. El presidente se pronunció a
favor de abolir el embargo cuando era candidato al Senado en 2004, aunque se
retractó durante la contienda presidencial, argumentando en 2008 que las
sanciones permitían que Washington ejerciera presión sobre el gobierno cubano.
Cualquier
giro significativo en política exterior respecto a Cuba sería riesgoso. Pero la
reacción de quienes se oponen a normalizar la relación sería tolerable, aún en
la comunidad cubanoamericana, si se tienen en cuenta las oportunidades que una
expansión del comercio, comunicación y relaciones interpersonales representaría
para empresas norteamericanas y cubanos en la isla.
Charlie
Crist, el antiguo gobernador de Florida, quien se ha postulado para regresar al
cargo, recientemente dijo que estaba dispuesto a viajar a Cuba durante la
campaña. Abandonó la idea, diciendo que su agenda estaba demasiado
apretada. Sin embargo, Crist ha dicho enfáticamente que el embargo es una
política obsoleta que debe ser abandonada.
Hillary
Rodham Clinton escribió en su autobiografía recién publicada, y lo reiteró en
una entrevista, que hoy en día está a favor de terminar el embargo, llamándolo
una estrategia fallida que le ha dado legitimidad a los Castro.
En Florida,
los congresistas han planteado posiciones respecto a Cuba que, en otra época,
hubieran representado un suicidio político. Kathy Castor, una representante
Demócrata de Tampa, viajó a la isla el año pasado y, a su regreso, hizo un
fuerte llamado por terminar el embargo, diciendo que Estados Unidos no estaba
sacando provecho de las reformas económicas que el gobierno Cubano había
implementado. Ella piensa que, lejos de que esto le haya costado políticamente,
su posición ha sido aplaudida por miembros de su electorado, incluidos los
cubanoamericanos, que quieren influir en el futuro de la isla.
Incluso ha
habido cambios destacables en Miami, donde el embargo aún cuenta con el apoyo
de la comunidad tradicional de cubanoamericanos, un electorado
predominantemente Republicano. En 2012, Joe García fue el primer
cubanoamericano Demócrata de Miami elegido a la cámara baja del Congreso.
Aunque apoya el embargo, García tiene diferencias significativas respecto a las
posiciones de otros congresistas del sur de Florida. Por ejemplo, está a favor
de estudios clínicos en Estados Unidos sobre una terapia para la diabetes,
desarrollada en Cuba, que ha generado muchas expectativas. También quiere
flexibilizar las restricciones para quienes desean viajar a la isla.
Aún así,
acabar el embargo exigirá mayores giros en la opinión pública, dado que se
requiere acción en el Congreso, y hay un pequeño pero apasionado grupo de
legisladores de ascendencia cubana quienes abogan por mantener el embargo. Los
defensores más visibles son el Senador Robert Menéndez, un Demócrata de Nueva
Jersey; el Senador Marco Rubio, un Republicano de la Florida; y dos
congresistas Republicanos de Miami: Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz-Balart.
En abril,
durante el auge de la crisis que desató la invasión rusa de una provincia de
Ucrania, Menéndez dio un largo y vehemente discurso en el Senado,
argumentando que, a pesar del sinnúmero de crisis a nivel mundial, Washington
debía tomar nota de los abusos de un “estado policial estalinista” a 90 millas
de Estados Unidos. Menéndez, hijo de padres cubanos que emigraron en 1953,
mostró fotos de disidentes en la isla, y advirtió que ampliar oportunidades de
viaje a Cuba empodera a un estado déspota. Funcionarios de la Casa Blanca temen
que Menéndez podría usar su posición al mando del Comité de Relaciones Exteriores
del Senado, frenando la confirmación de postulaciones a cargos federales, como
represalia, si Obama toma medidas para flexibilizar el embargo.
El repudio
que Menéndez siente frente al gobierno cubano ha incrementado, ya que el
senador cree que el servicio de inteligencia de la isla intentó destruir su
carrera, al difundir en los medios una noticia falsa implicando al senador de
haber tenido relaciones sexuales con prostitutas menores de edad en República
Dominicana.
A la Casa
Blanca le preocupan menos los ataques de legisladores Republicanos, ya que
suelen criticar su política exterior reflexivamente. Mientras varios de sus
colegas han viajado a Cuba recientemente, Ros-Lehtinen, una de las más
fervientes defensoras del embargo, parece estar desinformada del día a día en
la isla. Durante una entrevista reciente, al criticar la visita a La Habana de
Beyoncé y Jay-Z, Ros-Lehtinen expresó indignación de que la pareja de
artistas se hubiera hospedado en un hotel lujoso al cual los cubanos no tienen
acceso, aún si tuvieran dinero. Resulta que el gobierno cambió esa regla en
2008.
A medida que
el ámbito electoral respecto a Cuba ha cambiado, algunos políticos
cubanoamericanos han comenzado a pedir que se evalúe la ley que permite que los
cubanos que llegan a Estados Unidos se vuelvan ciudadanos norteamericanos de
manera expedita. Esto parece ser a raíz de que muchos de los nuevos
inmigrantes desean mantener vínculos cercanos con la isla y crecieron
detestando el embargo.
Más allá de
política, para los que no quieren abandonar el embargo, el tema es
visceralmente personal, ya que evoca sentimientos de ancestro, patria y
pérdida. Dado que han persistido más de medio siglo, esos sentimientos no
pueden ser ignorados. Pero no deben seguir anclando la política exterior
estadounidense en un curso errado que ha generado tensión en las relaciones de
Washington con sus vecinos, ha inhibido el comercio con la isla y le ha
proporcionado al gobierno cubano una excusa para justificar sus fallas.
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