Rivera del Ozama se ahoga en la miseria

Los residentes de Rivera del Ozama, sector localizado debajo del puente de la 17, en Santo Domingo Este, se asfixian ante la miseria que embarga a sus habitantes, quienes cada día tienen que convivir con la terrible realidad de no saber cómo obtendrán el sustento diario.
El desempleo de los moradores es evidente. Al transitar sus calles se puede observar a decenas de jóvenes parados en las esquinas o en algún colmado “matando el tiempo”, aunque su mayor deseo es encontrar una forma de ganarse la vida dignamente.
Pese a que la ampliación de la segunda línea del Metro bordea el barrio, ninguno de sus pobladores fue tomado en cuenta para proporcionarle un empleo, en cambio contrataron personal de otras zonas.
La polvareda que expide las excavaciones del ferrocarril ha provocado enfermedades respiratorias en los niños y personas mayores; además, ha cubierto las calles de una capa de lodo amarrillo, sepultando el asfalto.
Pero no solo esto afecta a la Rivera del Ozama, sino también las cuatro cañadas que atraviesan el sector, las cuales despachan un hedor que hacen incomoda la permanencia en el lugar.
En ese sentido, el vicepresidente de la junta de vecinos, Ramón de la Rosa Sánchez, declaró que cuando llueve la corriente de una de las cañadas inunda las calles y penetra a las viviendas, permaneciendo el agua por varios días en los callejones y contenes, debido a que no existe desagüe.
“Esto ha causado temor entre los lugareños ante la amenaza de que se desate un brote de enfermedades de la piel y pulmonar, por lo que hemos acudido ante el Ministerio de Salud Pública para que fumigue y traiga medicamentos, pero solo lo hacen en la entrada del barrio para salir del paso”, manifiesta el líder comunitario.
De la Rosa Sánchez atribuye el alto índice delincuencial de esa zona a la falta de oportunidades que tienen los jóvenes, quienes se ven obligados a incursionar en las ventas de estupefacientes para subsistir.
“He conversado con muchos de ellos para hacerlo consciente del grave error que cometen, pero después de concientizarlo me preguntan: ‘ahora qué hago para sobrevivir y sostener la familia si no tengo empleo’. Eso es algo doloroso, porque te das cuenta que no es su elección, sino una causa del sistema”.


Deserción escolar



El grado de superación en el barrio resulta deprimente, pues la mayoría de los estudiantes no se sienten motivados a continuar sus estudios y alegan que no tiene sentido ser profesional si al fin de cuentas no encuentran fuentes de empleo. La razón por la cual llegaron a esa conclusión es porque muchos de sus conocidos profesionales nunca han ejercido.
El embarazo en adolescentes es otra de las causa del abandono de las clases. Lo que también aumenta la pobreza familiar al agregarse otros gastos no previstos, pues la mayoría sigue viviendo con sus padres.
“A veces pienso que no les importamos a nadie porque estamos al margen de todo y olvidado de las autoridades y el gobierno”, expresó Juan de la Cruz, quien tiene más de 20 años viviendo en el barrio.
La desesperanza es el denominador común en el Rivera del Ozama, lo más optimista esperan trabajar en el Metro aunque sea limpiando piso.

Los residentes de Rivera del Ozama, sector localizado debajo del puente de la 17, en Santo Domingo Este, se asfixian ante la miseria que embarga a sus habitantes, quienes cada día tienen que convivir con la terrible realidad de no saber cómo obtendrán el sustento diario.
El desempleo de los moradores es evidente. Al transitar sus calles se puede observar a decenas de jóvenes parados en las esquinas o en algún colmado “matando el tiempo”, aunque su mayor deseo es encontrar una forma de ganarse la vida dignamente.
Pese a que la ampliación de la segunda línea del Metro bordea el barrio, ninguno de sus pobladores fue tomado en cuenta para proporcionarle un empleo, en cambio contrataron personal de otras zonas.
La polvareda que expide las excavaciones del ferrocarril ha provocado enfermedades respiratorias en los niños y personas mayores; además, ha cubierto las calles de una capa de lodo amarrillo, sepultando el asfalto.
Pero no solo esto afecta a la Rivera del Ozama, sino también las cuatro cañadas que atraviesan el sector, las cuales despachan un hedor que hacen incomoda la permanencia en el lugar.
En ese sentido, el vicepresidente de la junta de vecinos, Ramón de la Rosa Sánchez, declaró que cuando llueve la corriente de una de las cañadas inunda las calles y penetra a las viviendas, permaneciendo el agua por varios días en los callejones y contenes, debido a que no existe desagüe.
“Esto ha causado temor entre los lugareños ante la amenaza de que se desate un brote de enfermedades de la piel y pulmonar, por lo que hemos acudido ante el Ministerio de Salud Pública para que fumigue y traiga medicamentos, pero solo lo hacen en la entrada del barrio para salir del paso”, manifiesta el líder comunitario.
De la Rosa Sánchez atribuye el alto índice delincuencial de esa zona a la falta de oportunidades que tienen los jóvenes, quienes se ven obligados a incursionar en las ventas de estupefacientes para subsistir.
“He conversado con muchos de ellos para hacerlo consciente del grave error que cometen, pero después de concientizarlo me preguntan: ‘ahora qué hago para sobrevivir y sostener la familia si no tengo empleo’. Eso es algo doloroso, porque te das cuenta que no es su elección, sino una causa del sistema”.




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