'Apartheid' en la República Dominicana: 210.000 personas se quedan sin estado
No hay
recomendación o protesta capaz de hacer capitular al Gobierno y la Judicatura
de la República Dominicana. La resolución es irrevocable: unos 210.000 dominicanos de ascendencia haitiana
se convertirán de la noche a la mañana en personas sin estado. Se hará efectiva en cuanto se aplique el
fallo del Tribunal Constitucional por el cual los hijos de extranjeros irregulares nacidos en el país dejan de
ser considerados dominicanos, a diferencia de lo que ocurría hasta ahora. Una
resolución con carácter retroactivo que alcanza hasta 1929.
El fallo del
Tribunal no es nuevo, data de 2005. Sin embargo, fue el pasado 23 de septiembre
cuando regresó al primer plano con el apoyo del Gobierno del presidente, Danilo Medina. Ni siquiera la reciente
muerte de Nelson Mandela,
símbolo de la lucha contra la discriminación racial, ha hecho titubear a la
clase política y judicial dominicana, decididos a continuar hasta el final con esta desnacionalización masiva.
No importa que durante veinte, cuarenta o sesenta años las víctimas hayan sido
a todos los efectos dominicanos o que no conozcan otra tierra. Desde ahora, sus
cédulas de identidad son inválidas y, por tanto, serán relegados a un estatus
de residentes extranjeros.
Unos 210.000
dominicanos de
ascendencia haitiana se convertirán de la noche a la mañana en personas sin
estado. Se hará efectivo en cuanto se aplique el fallo del Constitucional por
el cual los hijos de extranjeros irregulares nacidos en el país dejan de ser
considerados dominicanos, a diferencia de lo que ocurría hasta ahora
¿Pero
extranjeros procedentes de dónde? No está claro que Haití nacionalice a un
cuarto de millón de personas. Y aunque lo hiciera, los afectados no tienen a
nadie en ese país. Ni hablan creole. Muchos incluso temen que el Gobierno de Santo Domingo proceda a deportarlos en masa si
no reúnen las condiciones para seguir en el país de forma legal.
El dilema es
terrible: marcharse a Haití,
un país desconocido y paupérrimo que es el único que, tal vez, acepte darles
documentos de identidad, o
quedarse en la República Dominicana sin documentación legal, es decir,
sin pasaporte y sin cédula para encontrar un trabajo, abrir una cuenta
bancaria, alquilar una vivienda o darle una educación y una nacionalidad a sus
hijos con el fin de que no se conviertan en personas analfabetas y sin estado.
Una suerte de parias del siglo XXI, el destino que llevan décadas padeciendo
ciertas etnias en regímenes autoritarios como Birmania, Mauritania o Costa de Marfil. El caso más famoso es
quizá el de los nubios en Uganda y Kenia.
“Prefiero
morir a ser un extranjero en mi país”
Ya desde la
sentencia de 2005 se están denegando a los descendientes de haitianos
duplicados de documentos o directamente se retiran cédulas de identidad sólo por el color de la piel o por tener un
apellido sospechosamente francés. Sin mayores comprobaciones. “Nos están
matando. No físicamente, pero sí como personas. No me dieron el duplicado (de
la cédula) y ni puedo sacar un
seguro médico. Soy dominicana. No sé hablar creole ni su himno, pero si
me dices que cante el himno nacional dominicano te lo canto completo”, decía
María entre sollozos en uno de los actos de protesta
organizados por la plataforma We are all Dominican (Todos somos dominicanos),
que lleva semanas manifestándose ante el Tribunal Constitucional y haciendo ver
al mundo que buena parte de la sociedad está en contra de esta sentencia.
Altagracia
Yan fue más allá: “Yo prefiero la
muerte física al hecho de tener que regularizarme, a vivir como
extranjera en el país donde nací. Eso no se lo acepto ni al Tribunal
Constitucional ni al presidente”. Jileini, licenciada en Educación, ve el
futuro derrumbarse bajo sus pies: “No sé qué piensan hacer conmigo quitándome
mis documentos, porque entonces, ¿qué vendría a ser yo? Mi sueño siempre ha
sido ser maestra dominicana. Pasé una infancia feliz, saqué mi cédula, fui a la
universidad, hasta que pasó la desgracia de que me negaron el duplicado de mi
cédula porque mis padres son extranjeros”.
El
economista Miguel Ceara-Hatton es una más de las voces disidentes ilustradas.
Como todos, se echa las manos a la cabeza por el carácter retroactivo de la
norma. “No es posible que a tres
generaciones de dominicanos ahora les quieran quitar todos los papeles,
que pretendan decretarles la muerte civil. Eso es inadmisible, es un abuso. Y peor aún es que sea retroactivo hasta 1929;
es un abuso que viola la propia Constitución. La única salida es la
movilización de la población. Porque hoy es esta ley, pero mañana puede ser
cualquier otra. Ya hay un precedente”, opina.
¿Una
represalia política?
Algunos ven
motivos políticos ocultos tras la decisión, pues la judicatura está totalmente
vinculada al gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD). “Es curioso
que este caso surja justo cuando hay una investigación por corrupción sobre el ex presidente Leonel Fernández.
También es un momento en el que Haití está aumentando su comercio bilateral con
Brasil, en lugar de importar productos de la República Dominicana, como hacía
tradicionalmente. También el año pasado Haití comenzó a prohibir ciertos
productos dominicanos como plásticos o huevos. Podría tratarse de una represalia política”,
analiza desde Nueva York el historiador Edward Paulino, una de las voces de referencia
de la diáspora dominicana. “Los afectados son gente de todo tipo: vendedores de periódicos, profesores,
estudiantes, profesionales de todos los sectores. No hablamos sólo de la
mano de obra barata que históricamente ha trabajado en los bateyes”, prosigue
Paulino.
No es
posible que a tres generaciones de dominicanos ahora les quieran quitar todos
los papeles, le quieran decretar la muerte civil. Y peor aún es que sea
retroactivo hasta 1929; es un abuso que viola la propia Constitución. La única
salida es la movilización de la población, dice el economista Miguel
Ceara-Hatton
Los bateyes
son comunidades rurales surgidas en los campos de azúcar y formadas
principalmente por inmigrantes haitianos procedentes del otro lado de la
frontera de la isla Hipaniola. Ellos y sus descendientes pronto formaron el músculo semi-esclavizado que hacía
funcionar las bases de la incipiente sociedad dominicana. Campesinos,
braceros, personal de servicio: una casta por algunos considerada inferior que
siempre despertó recelos entre el sector más pudiente de los dominicanos. Aun
así, los descendientes de haitianos fueron escalando capas sociales hasta
alcanzar en la segunda mitad del siglo XX una amplia integración en la vida
pública del país caribeño.
Hoy, los inmigrantes haitianos y sus descendientes
suman 768.783 personas, el 7,9% de la población total, según datos de la
Oficina Nacional de Estadística de la República Dominicana. Entre ellos, los
210.000 dominicanos de primera generación que quedarían oficialmente sin estado
(cifras de la ONU) y un número indeterminado de personas nacidas en Haití que
llevan toda una vida en la República Dominicana y que, de repente, pasarán a
carecer del derecho más elemental. La cifra total de afectados podría acercarse
al medio millón.
Ya en 2005
la Corte Interamericana de Derechos Humanos denunció esta práctica como una
forma de discriminación arbitraria por motivos de raza. Ahora se suman multitud de organismos internacionales, o enegés y hasta los aliados del Gobierno
dominicano. La Comunidad del Caribe (Caricom) pidió estos días al
Ejecutivo de Medina que deje sin efecto el fallo del Tribunal Constitucional.
Lo ha hecho mediante una carta remitida por la presidenta de turno, la primera
ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persal Bissessar.
El
torbellino nacionalista
A pesar de
las voces disidentes dentro del país, también hay un sector nada despreciable a
favor de actualizar los registros censales y arrebatar la ciudadanía a los
descendientes de haitianos. Una
oleada nacionalista auspiciada principalmente por los círculos más
conservadores. Por ejemplo, el arzobispo de Santo Domingo, el cardenal
Nicolás de Jesús López Rodríguez, que ha calificado el fallo como “justo”,
canaliza el sentimiento de algunos dominicanos que critican a las
organizaciones internacionales por entrometerse en sus asuntos. “No acepto que
nadie venga aquí a decretar nada. Ningún país, ni los Estados Unidos, ni Francia.
Nadie. Aquí, nosotros estamos a cargo", dijo el arzobispo en septiembre.
A pesar de las voces
disidentes dentro del país, también hay un sector nada despreciable a favor de
actualizar los registros censales y arrebatar la ciudadanía a los descendientes
de haitianos. Una oleada nacionalista auspiciada principalmente por los
círculos más conservadores.
Más mesurado
pero igual de contundente se muestra el Gobierno dominicano. Su embajador en
Washington, Aníbal de Castro, expuso los argumentos de su Ejecutivo en una
entrevista a Univisión: “Si los padres no estaban debidamente documentados, esa
persona nacida en la República Dominicana no es dominicana. No es una regla que
toda persona nacida en un país adquiera automáticamente la nacionalidad de ese
país. Si una persona nace en Gran
Bretaña, Francia o España no es de ese país. Sencillamente tiene la nacionalidad de sus padres.
En 140 países del mundo, el 80% de ellos, quien nace en un territorio no
adquiere automáticamente esa nacionalidad”.
De Castro
enfatizó asimismo que nadie en su Gobierno está hablando de deportaciones. “No
los estamos rechazando: la República Dominicana ha dado acogida a centenares de
miles de haitianos de manera pacífica. Nadie puede pensar que sus derechos no
van a ser reconocidos. A aquellos
que demuestren que han tenido arraigo en el país se les buscará una salida para
que residan legalmente y puedan aspirar luego a la nacionalidad”, explicó.
“Se trata de
una cuestión moral, más ahora que acaba de morir Mandela”, afirma Edward
Paulino. “Los nacionalistas están
usando ahora algo muy familiar en el tercer mundo: defender la soberanía de su
pueblo. Sí que hay una larga historia de colonialismo, pero este caso
está basado en algo que no es. ¿Por qué no hablan de las multinacionales, del
medio ambiente, de la debilidad del Estado? Cuando me dicen que el problema más
grave que tiene la República Dominicana es la migración haitiana, por encima de
los servicios básicos o el control de la corrupción…, eso sí es un ataque a la
soberanía”, argumenta el historiador, experto en la relación entre las dos
naciones que comparten la isla de Hispaniola. Y concluye: “Quien dice que los
haitianos son el reto más grande ignora más de 200 años de una relación de
colaboración entre los dos pueblos”.
Haití
amenaza con construir un muro en la frontera
Este fallo,
tachado de “nazi” por el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, ha propiciado
la creación de distintas asociaciones civiles en Santo Domingo. Una de ellas es
Abrazos Solidarios, que llama a la inclusión social mediante la presión de la
opinión pública y abrazos simbólicos a los miles de afectados. Por su parte,
Haití ha amenazado con construir un muro en la frontera compartida como acto de
protesta, mientras un grupo de presión bautizado como “Colectivo 4 de
diciembre” ha hecho un llamamiento a todo el sector económico y político de
Haití para boicotear el comercio
dominicano en suelo haitiano.
Se da la
paradoja de que la República Dominicana es uno de los principales emisores de inmigrantes irregulares hacia Estados
Unidos. Estos inmigrantes sufren en sus carnes las mismas penurias
legales que padecen los haitianos en la República Dominicana. Salvo que sus
hijos, al nacer, sí obtienen el estatus legal de ciudadanos estadounidenses y
disponen de las herramientas para salir del círculo de la marginación y la
pobreza. Un beneficio al débil que Santo Domingo está dispuesto a cortar de
raíz.
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