El futuro del libro en República Dominicana

            Malecon



JOSÉ OVEJERO



Llego a Santo Domingo, donde estuve por primera vez en abril de este año durante la feria del libro.  La pregunta más difícil que tengo que responder estos días es: qué te parece la isla. Y luego debo enfrentarme a la cara de decepción de mis interlocutores cuando digo que ni la he visto ni la voy a ver. Pero también digo, aunque parezcan no creérselo, que solo por la luz y el color cambiante del mar merece la pena estar aquí. Cuando me agobio, cuando estoy desganado, cuando me canso, voy al malecón, contemplo el oleaje y respiro. Ya está; ya puedo seguir trabajando.
Es fácil acostumbrarse a ser entrevistado; en realidad, uno hace lo que ya hacía en otras ocasiones, hablar, por ejemplo con amigos o con otros escritores, de la propia obra o de la ajena u opinar sobre tal o cual asunto. Puede ser más aburrido o más interesante dependiendo del entrevistador y del propio ingenio. Lo que me resulta difícil es acostumbrarme a posar para las fotos. Me siento envarado, tenso. Mira hacia acá, ponte así, la barbilla más alta, apóyate ahí... Y por supuesto, ese breve diálogo que he repetido varias veces: “Sonríe un poquito” (o un alguito, o un chin). “Ya estoy sonriendo”. “Ah”.
El tema de conversación más recurrente estos días es el fallo del Tribunal Constitucional que provoca que los nacidos en la República Dominicana de padres extranjeros que residan ilegalmente en el país no tengan derecho a la nacionalidad dominicana, lo que se aplicaría con efectos retroactivos a quienes ya la tenían.
Un país dividido casi por la mitad entre quienes lo consideran una aberración en especial el efecto retroactivo, triquiñuela cuya dudosa legalidad conocemos los españoles en otro contexto- y quienes enarbolan banderas patrióticas y desean la expulsión de esos extranjeros..., o habría que decir haitianos, que es el origen de la inmensa mayoría de los afectados. Los ánimos se enardecen en cuanto sale el tema, que enfrenta a quienes anteponen los derechos humanos a cualquier otra consideración y quienes consideran que hay que defender a la patria de esa invasión silenciosa de haitianos. A Mario Vargas Llosa la defensa de “los parias del Caribe” le procuró el odio de diversas organizaciones que quemaron sus libros, pidieron que se le prohibiese la entrada en el país e incluso declararon persona non grata a su hijo. Según me dice alguien cercano al Gobierno, al presidente Danilo Medina no le gusta el fallo que, según mi interlocutor, es “inconstitucional y xenófobo”, pero el poder ejecutivo no puede enmendar la plana al Tribunal Constitucional; lo único que puede hacer, y parece dispuesto a ello, es aprobar leyes que palien los efectos de la sentencia.
Otro tema que surge en casi todas las conversaciones con lectores y escritores en las que participo es el futuro del libro y de las librerías. Es comprensible la preocupación por el cierre de librerías en un país que ya tenía muy pocas y a menudo mal surtidas. Una periodista me pregunta cómo debe ser una librería para poder sobrevivir. Improviso tres rasgos que me parecen esenciales:
-Tener un surtido distinto de las grandes superficies, es decir, que el gusto del librero pueda servir de orientación a los lectores.
-Incluir un espacio de bar o café, para que los lectores tiendan a quedarse un rato allí, a reunirse en sus mesas con amigos...
-Organizar actividades para niños y adultos relacionadas con la literatura.
Y por supuesto, si Amazon además paga impuestos como todos los demás en el país en el que radica la librería, mejor aún. Pero ya sabemos que eso sucede en muy pocos lugares. A pesar de la hegemonía del liberalismo, la competencia libre y leal es más utópica que el paraíso del proletariado.
He contado en otras entradas del blog que me estoy llevando de cada país libros de autores a los que no conocía, y he ido informando de los que me parecían más notables. Pues bien, he leído Ideogramas, un magnífico libro de cuentos del venezolano afincado en Madrid Juan Carlos Méndez Guédez. También me ha gustado Enfermedad, de otro venezolano: Alberto Barrera Tyszka. Todavía me queda por leer la mayoría de los libros que he cargado en mi maleta, pero ojalá encuentre más obras de la misma calidad.

En clase business siempre viajan muchos más hombres que mujeres. ¿Sacamos de eso alguna conclusión? Cada uno que saque la suya.

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