DE SALUD Y OTRAS COSAS
El médico en su laberinto
César
Mella
Cuando un
paciente acude a consulta, generalmente él y su familia tienen el diagnóstico o
creen saber de qué padece.
Si
coincidimos con ellos suelen expresar: “¿Y para qué fuimos donde ese médico?”
Si, por el
contrario, no coincidimos, ellos dudan de nuestra pericia profesional.
Cuando salen
del consultorio con una receta y no la compran, afirman de forma temeraria:
“Déjame darle una semana al organismo para que se defienda solo”.
Pero en caso
de que no les ofrezcamos una prescripción en la primera cita, piensan: “Es que
él sabe que este quebranto va a pasar”.
Cuando
sobreviene la curación, el paciente se enorgullece de su recia naturaleza, de
sus defensas…. Y de su fe en Dios….
En caso de
empeoramiento o complicaciones maldecimos la torpeza del médico y hasta llegan
a afirmar, “Ese médico no dio en el clavo”.
En caso de
que el galeno sea muy joven decimos: “Ese muchachito no tiene experiencia”; si
es muy viejo: “El Dr. Pérez no está actualizado” y lo peor, que “ya está
perdiendo la chaveta”.
Si el
profesional visita bares, restaurantes, teatros o se dedica a la política: “Se
lo dije, ese hombre no está en eso, ¿a qué hora va a estudiar?”.
Cuando no se
le ve por parte, afirman: “El doctor Rodríguez es poco conocedor de la vida, le
falta calle y tigueraje”.
Cuando
vestimos atuendos de alta calidad: “Les dije que ese hombre es caro , por eso
cobra tanto”..
Un
profesional visiblemente mal vestido genera el siguiente comentario: “El hombre
está en baja, tiene pocos pacientes y es un descuidado, sólo hay que mirarle
las uñas y los zapatos”.
Si bajo un
régimen de internamiento un médico responsable pasa visitas dos veces al día
por la clínica, el que va a pagar dice: “Esperen la cuenta, que viene alta”.
Si por el
contrario el médico acude interdiario a pasar visitas y llama por
teléfono a saber del caso, la madre del pacientito exclama de forma irónica:
“Ese hombre me ha abandonado al muchacho”.
Si nos dicen
crudamente lo que padecemos: “El lo que quiere es sugestionarnos”.
Si se topan
con un médico de los que hablan poco, intuyen: “Es un apático desconsiderado,
nos cree unos brutos”.
Si se nos
atiende al llegar: “Parece que tiene pocos pacientes”.
Si la espera
es larga: “Esta consulta no está bien organizada”.
Si al primer
día tenernos el diagnóstico: “Es un asunto fácil”, o “Quiere quitarse el
caso de arriba y cobrar seguido”.
Al tardar
sin formular el diagnóstico mientras investiga: “Este médico carece de ojo
clínico, está dando muchas vueltas”.
En este
laberinto somos el máximo pretexto de la inconformidad de pacientes y
familiares.
Lo grande es
la inexactitud a la que estamos sometidos.
Otros
profesionales que generalmente no trabajan de madrugada, es el caso de
los ingenieros, abogados etc., reciben paga y en la mayoría de los casos
por adelantado.
Estas ideas
son originarias del profesor Florencio Escardó, nacido en Mendoza, Argentina,
en 1904.
Vino al país
en los años 70 en su condición de psiquiatra infantil invitado por el
maestro Emil Kasse Acta y recibí un curso que él dictó sobre el vínculo
madre-hijo al través de la lactancia.
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