¿CONVENCION? ¿CUAL CONVENCION?
“Porque las
cosas no se aclaran nunca, ni con el olvido, ni con el silencio”.
P. Neruda.
Por JUAN T H
César Cedeño, por disposición de Hipólito Mejía convocó el pasado domingo a los coordinadores de su campaña en todas las provincias del país para que rindieran un informe detallado de lo que ocurrió durante la “Convención” (así entre comillas) que arrojó resultados inesperados para los militantes y simpatizantes de su corriente denominada H-16.
Había
que escuchar los informes minuciosamente, con las pruebas en las manos, del
desastre planificado para impedir que Hipólito Mejía ganara las primarias o que
la diferencia fuera de poco margen. (“Si ganamos con un 70% evitamos el pataleo
del ex presidente”. ¡Y así fue!)
No
hubo una provincia donde al “padrón” no llegara el sábado en la madrugada, el
domingo en la mañana, en muchos casos diez y doce del mediodía cuando los
votantes se había marchado cansados de esperar; en muchos lugares la lista de
concurrente llegó en la tarde cuando era imposible sufragar.
Las
boletas eran insuficientes. Donde había, por ejemplo, 500 votantes, llegaban 80
boletas, la mayoría marcadas a favor del candidato favorito de la Comisión
Organizadora de la “Convención”.
Donde
la corriente de Hipólito tenía mayoría, tanto de nuevos inscritos, como de
los “Comités Afectivos” que se formaron
en el 2011 y 2012, militantes del PRD, no aparecían en el padrón o fueron
cambiados de mesas.
La
compra de cédulas fue masiva y públicamente en todo el territorio nacional con
la participación de importantes dirigentes, algunos al más alto nivel del
Partido Revolucionario Moderno. ¡Qué vergüenza! ¡Qué asco!
No
hubo un municipio, un barrio, una provincia, donde no se produjeran
metódicamente todos esos hechos, lamentables, deprimentes, vergonzosos,
aberrantes, penosos, vulgares, que hablan de un partido que de revolucionario y
de moderno no tiene nada; es el mismo PRD, pero peor.
Nunca
antes, en la historia de las primarias del país, de todos los partidos,
incluyendo el Reformista, peledeísta
y perredeísta, se había realizado una
“convención” tan viciada, corrompida, abiertamente parcializada, y violenta aunque no se produjeran sillazos,
trompadas, tiros, heridos ni muertos.
La
“Convención” fue una masacre, un verdadero matadero electoral, donde las buenas
costumbres, la ética y la moral se lanzaron por la borda al estercolero más
sucio que podamos imaginar.
En
la medida que iba escuchando a los coordinadores y dirigentes de la corriente
H-16 y que observaba las pruebas del fraude escandaloso y vulgar, el estómago
se me retorcía de indignación y coraje.
Hipólito,
pobre ingenuo, creyó en la buena fe, en la honestidad, la dignidad y el decoro
de los dirigentes del PRM y de los integrantes de la Comisión Organizadora de
la “Convención” sin imaginar siquiera la existencia de un plan para avasallarlo
y reducirlo a nada hasta en Gurabo, donde nació, para enterrarlo políticamente para
siempre. (“La ingratitud es la gran pena del mundo”, decía José Martí)
Y
ese hombre, como en otras ocasiones, en aras de mantener la unidad, de no
producir un escándalo mayor que el escándalo de la “Convención”, acepta los
resultados sin chistar, sin maldecir, sin impugnar los resultados de esa
masacre electoral.
He
pensado escribir un libro similar al que escribió Leonel Fernández, “Raíces de
un Poder Usurpado” en el año 1990, con los informes de los dirigentes y
coordinadores de la corriente de Hipólito Mejía, para que conste en los anales
de la historia de las convenciones del país.
Todas
las ponencias fueron grabadas para radio y televisión. Ojalá este pueblo pueda
oír y ver las intervenciones de los representantes de las provincias y
municipios, incluyendo las de la Capital, Santiago y el Gran Santo Domingo.
¡Ojalá!
Sé
que éste artículo no es gracioso, que me traerá muchos problemas, incluso con
el propio Hipólito, mi amigo entrañable, pero soy un libre pensador, vocero de
mí conciencia, fiel a mis ideas y principios. Asumo las consecuencias, como
siempre.
Limpio no es el que limpia
Limpio es el que no ensucia
Anibita José
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