¡FIDEL, EL GRAN HERMANO DE LA EDUCACIÓN REVOLUCIONARIA!

Por Aníbal J. Rosario

Hace unos días publiqué un video en la red social que revela un típico cuadro educativo cubano. Concluí que aquella muestra de ‘‘educación’’ era penosa, y uno de mis tantos amigos, el señor Bartolomé Tellado Morel, me respondió:

‘‘Si la educación en Cuba da pena, ¿la de aquí qué da? Mejor ni pregunto’’.

Pues bien, este comentario me pareció interesante. Primero porque don Bartolomé admite, aunque hipotéticamente, que la educación en Cuba, en efecto, da pena, para luego sugerir que el sistema educativo en EE.UU. tampoco sirve. Y al expresar ‘‘mejor ni pregunto’’ da por sentado que si lo hace oiría barbaridades. Esto en verdad me huele al clínico caso del perdedor que halla su ‘‘consuelo’’ en los fracasos del vecino.

Veamos algunas breves causas que hacen más que ‘‘penosa’’ la educación en la Cuba de Fidel, y tratemos de poner en cierto y debido contexto los llamados ‘‘logros’’ del sistema educativo cubano.

Primero, opino que la educación en Cuba ha tenido sus éxitos, pese a sus lagunas y pese a sus propósitos manipuladores. Y tendríamos que partir del momento histórico en que la educación cubana asume una actitud filosófica y radical hacia 1961, cuando se dicta la Ley de Nacionalización de la Enseñanza que suprime la educación privada y los viejos métodos de enseñanza y se establece la llamada ‘‘educación revolucionaria’’.

Es Fidel, que con la fiebre ‘‘nacionalizadora’’ bien alta da un paso decisivo al entrar a espacio de control mental por medio de la nacionalización de la educación. Porque ‘‘al nacionalizarla’’ (y prohibir cualquier forma de educación privada) ahora ya no está confiscando tierras, edificios y propiedades, sino echando pesadas aunque sutiles e invisibles cadenas a la emoción, al intelecto y a la voluntad –presente y futura— de su pueblo.

Ateo, paranoico y narcisista, el pichón de mesías primero elimina toda posibilidad de que nadie por parte ‘‘le contamine’’ la mente a su pueblo con tontas religiones o con propagandas del Imperialismo Yanqui. Ahora el pueblo oirá lo que tiene que oír (que es lo que él quiere que oiga); y escuchará lo que tiene que escuchar (que es lo que él quiera que escuche).

Y de esta manera violenta el derecho humano del libre pensamiento, inyectando una visión particular de la realidad, y a la vez prohibiendo la información externa que permite que el sujeto piense, analice y al final llegue a sus propias conclusiones. Víctima del sutil atropello de Fidel, y como método de instintiva sobrevivencia, el sujeto se acomoda a la tergiversada mitad de la historia que le cuentan, que no es más que una mentira.

Controlado entonces el suministro de información (e impedida toda información de afuera), Fidel ahora puede saciar su sed de loco narcisista y al propio tiempo conducir a su pueblo por el sendero que a él mejor le pareciere. En Cuba (ese mundo cerrado, oscuro, luego sin internet), Fidel no sólo es el Dueño de la isla sino también de la mente de Cuba. La mente de los pueblos siempre es la joya más preciosa que anhelan poseer los déspotas y tiranos.

Con la educación ‘‘nacionalizada’’ pues todo lo demás resultaría ‘‘nacionalizable’’, a saber: yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos. Así como todo lo que los seres humanos puedan producir (esto es, la cultura entera).

Contaminada entonces la sensibilidad de las personas con el virus de la propaganda y del sojuzgamiento mental, se inicia el proceso del nuevo estado ‘‘utópico’’ y totalitario del Caribe. Ha llegado la oportunidad de dar antojadiza forma a la maleable y humana arcilla que tenemos por delante.

¡Ha llegado, damas y caballeros, el momento de hacer historia con el pueblo cubano! ¡El momento de engrandecerlo, de glorificarlo! Que no era otra cosa que engrandecer y glorificar la Revolución Cubana, la careta detrás de la cual Fidel Castro siempre se ha reído. Como se ha reído siempre con la monumental mentira aquella del ‘‘bloqueo’’.

Y Fidel Castro, por más de medio siglo, ha estado sentado en su trono omnipotente. Este es el pequeño dictador de turno del Caribe que una vez rompió con el Imperialismo Yanqui y que con gritos ensalivados lo ha desafiado ante los asombros de la opinión internacional.

Ahora bien, un gobierno totalitario crea unos problemas por un lado, pero por otro va eliminando muchos más. Y es aquí donde se van formando importantes instrumentos del engaño.

Luego de dominar o domar la ‘‘educada’’ población por medio de la brutalidad, la propaganda y la hipnosis colectiva –con ayuda de ‘‘la educación’’— los tiranos pasan al nivel superior en que se pueden dar el lujo de usar al pueblo –claro que con fines ‘‘revolucionarios’’ e ‘‘ideológicos’’—, con tal de explotar tal o cual ciencia o aspecto cultural. El propósito es uno solo: crear íconos, símbolos e ídolos para mostrar al mundo ‘‘los trofeos’’ del triunfo revolucionario.

Así que seleccionamos unos niños, los apartamos, invertimos en ellos millones de dólares y los entrenamos para las artes, las ciencias o los deportes. Éstos serían los niños ejemplares, los selectos, los afortunados, los intelectuales del futuro. Los posteriores semidioses de la mítica concepción de Rodó. Los niños que dedicarían su vida entera al servicio del Estado, para crear la gloria y la grandeza que luego sería traída a los pies mismos de Fidel. Exactamente, como sucedió con Stalin y con Hitler.

Cuba ha sido reconocida como ‘‘potencia del atletismo’’ por el mundo entero, y por ahí han ido ellos, los gloriosos hijos de la Revolución, volando como pájaros, corriendo como gacelas, golpeando como invencibles boxeadores, para luego traer sus premios internacionales al regazo de Fidel. Ellos han vendido por el mundo las muchas fantasías, pero Fidel siempre ha sido el cobrador de las jugosas y míticas realidades.

Estos son los gloriosos hijos de la Revolución, mientras el pueblo de la Revolución se ha seguido desplazando por un camino de amargura inconfesa y de criminal deshumanización. Que si no han sido sordos han sido hipoacúsicos. Y si no han sido ciegos por lo menos han sido ambliopes o cíclopes.

Los grandes déspotas del siglo XX comprobaron por un tiempo que si controlas y cierras herméticamente la población, puedes lograr cualquier cosa con ella. Eso sí, primero se elimina toda oposición con represión política; se estabiliza la economía con el latrocinio oficial y el monopolio estatal; y se controla toda forma de delincuencia o posible subversión con una excelente dosis de público terror. Nadie duda que Trujillo sacó excelentes notas en ese curso.

Al imponer pues tu hitleriana visión de la realidad, con el divino pretexto de LA REVOLUCIÓN, logras tu mundo mejor, tu utopía incomparable en que amas y endiosas a tu Mesías, aunque te destruyas en el proceso. Por eso ves a esos pobres niños del video que endiosan a un beatificado asesino que lleva el nombre del Che Guevara, el argentino de quien Fidel mismo más tarde se deshizo.

El resto del pueblo y mientras tanto ha hecho su fila para recibir su vacuna contra el tétano, en los momentos en que el barbudo Gran Hermano ha suplido a todos las aspirinas y las curitas (para forzar las estadísticas del campo de la salud); ha ofrecido las viviendas (claro que luego de quitárselas a todo el mundo); ‘‘ha alimentado’’ a los hambrientos (con una ración patética que todos agradecen verbalmente); ha sojuzgado la mente del hombre común (con repetidos bombardeos de propaganda y desinformación); ‘‘ha educado’’ a los niños con las evangélicas consignas de una revolución que no es más que involución del alma y el espíritu; y ha dado básicas lecciones ‘‘sociales’’ por medio de la represión humillante, el encarcelamiento o la muerte. En el paraíso, la gente hasta puede dormir con la puerta de la casa abierta porque ya no hay ladrones ni delincuentes en el barrio.

Al nacionalizar la educación en Cuba, Fidel empezó su campaña de hipnosis de masas por las guarderías. Es lo que demuestra el video, que es sólo uno entre miles. Y por ahí comienza el origen de su nacionalización del pensamiento cubano. Eso ha explicado el aturdimiento cultural cubano, su temor implícito, y la popularidad de Castro.

Hoy hay en Venezuela un reguero de decenas de miles de entrenadores del deporte y de médicos cubanos que aparte de poner inyecciones y de hablar de boxeo rinden un servicio ‘‘educativo e ideológico’’ al pueblo venezolano.

Esos médicos y esos entrenadores-adoctrinadores son parte de la gloria de la Revolución Cubana. Son parte de los trofeos que los hijos del castrismo traen amorosa y respetuosamente a los pies de su mesías.

Por ese chiste, y con el necesitado dinero del pueblo venezolano, Chávez ha mantenido en pie el carapacho derrumbado y desmoralizado del castrismo.

El amor, en la clásica novela 1984, de George Orwell, representa la consumación de la victoria (lo que Fidel llama ¡hasta la victoria siempre!) del Gran Hermano que había reducido a su pueblo a la miseria de la mayor humillación. El último párrafo de 1984 termina de la siguiente manera:

‘‘Levantó los ojos hacia la gigantesca cara. Había tardado cuarenta años en averiguar qué clase de sonrisa se escondía debajo del oscuro bigote […] Pero no pasaba nada, todo estaba perfectamente, la lucha había terminado. Había conseguido derrotarse a sí mismo. Amaba al Gran Hermano’’.

Porque cuando sientes que ya ‘‘amas’’ al Gran Hermano (como ‘‘ama’’ ese pueblo cubano a Fidel), es porque ya el Gran Hermano hizo su trabajo en ti. Es porque ya la derrota espiritual te llegó hasta lo profundo de tu ser. Y ya es…too late! A menos que por alguna causa caiga estrepitosamente el falso mundo del Gran Hermano, y por algún otro lado se vuelva a repetir el vicioso ciclo… como casi siempre sucede.

El protagonista de 1984 es Winston, un hombre triste, desajustado, envejecido prematuramente, que comete el grave error de enamorarse de una mujer. Porque ni para eso tenían derecho los pobres hombres de Oceanía, de enamorarse de una mujer. Los sufrimientos de Winston, las torturas que padeció, al final lo convencieron no sólo de que dos más dos no son cuatro, sino de que el Gran Hermano era la única persona del mundo digna de culto, de amor y de sincera devoción.

George Orwell concibió una dictadura de 40 años en su novela, sin jamás imaginar que del Caribe surgiría el Titán de la Hermandad Comunista que sobreviviría más de medio siglo en la prepotencia de su arrogante vanidad.

La educación en Estados Unidos de América, en tu irónica y fanatizada opinión, sería algo así como un fracaso desastroso. Por ahora no entraré en ese debate, por causa de un solo y simple detalle. Estados Unidos es un país libre y soberano en que imperan la libertad, la democracia, y los derechos humanos…y Cuba no. Y es un país libre de la peste que llaman ‘‘educación nacionalizada’’. Por esa sola causa hasta la educación dominicana, con todas sus deficiencias, es superior a la cubana.

Lo que Castro hizo en Cuba, mi amigo, es un fracaso no importa cómo lo quieras ver.



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