ME GUSTO EL DISCURSO DE DANILO

Por Juan TH  /  Me gusta mucho escuchar a los presidentes cuando le hablan a la nación; sobre todo si es 27 de febrero, natalicio de la Patria no siempre bien amada, porque me hacen sentir como si viviera en otro país, más próspero y fecundo, un país  menos deprimido y violento.

Los dos presidentes que ha parido el Partido de la Liberación Dominicana parecen cortados por la misma tijera. Hablan, hablan, hablan y hablan, como si hablaran para sí mismos. En sus monólogos suelen ser  elocuentes y amenos dibujando una estampa nacional que contrasta con la realidad de los que vamos a comprar los alimentos indispensables para el sustento de nuestras familias.
Durante casi dos horas el presidente habló sin parar sobre las bondades de su gobierno de menos de dos años. Al terminar su perorata solo le faltó gritar: “¡E pa’lante que vamos!” ¡Le hubiera quedado bonito!

La cosa es que todo va bien, según el entusiasta presidente de la República;  que no hay razones para protestar, ni para quejarse. Por el contrario, debemos estar agradecidos, festejar y bailar a ritmo de lo “que nunca se ha hecho”, lo que se está haciendo.
El problema es que no hay problema. ¿Verdad Presidente?

La rendición de cuentas de tan solo un año, duró una hora y 41 minutos. Imagino cuánto durará la rendición de cuentas del cuatrienio: Mínimo cuatro días.
Debo admitir que el discurso del Presidente me gustó. ¡Y mucho! Por casi dos horas me sentí en otro lugar. Y ese lugar era, como lo describía el mandatario, un país de verdad, donde se respetan los derechos de los ciudadanos, donde no hay corrupción, ni mendigos en las calles, mucho menos niños.
El país que dibujó el Presidente es el mismo que describió, durante ocho años corridos, su antecesor. Ni más, ni menos. (Somos, sin dudas, el secreto mejor guardado del Caribe. Tan secreto y escondido es, que la mayoría de los dominicanos no lo hemos descubierto)
El país de los peledeístas es uno, abundante y floreciente;  el país de los que no militamos en ese partido, es otro; pobre, endeudado hasta la quinta generación, inseguro hasta la muerte, sin agua potable, ni energía eléctrica, corrompido hasta los tuétanos, con los precios de los combustibles más caros del continente, el desempleo en aumento al igual que el costo de la vida; la cotización del dólar subiendo con sus nefastas consecuencias.

En el país de los peledeístas no hay escasez; la abundancia es la felicidad; en el otro país hace falta de todo, incluso la risa de los niños que deambulan por las calles pidiendo un trozo de pan. En el país de los paledeistas no hay pobres;  el otro país tiene más de cinco millones.


¡Cuánto me gustaría mudarme al país que durante ocho años describió Leonel Fernández y que ahora, con igual o mayor  maestría y destreza, nos dibuja, con su pincel mágico, Danilo Medina!  ¿Qué tal si nos mudamos todos?  ¿Qué tal si hacemos un cambio, ellos se mudan al país de nosotros, y nosotros al país de ellos? No sé a ustedes, queridos lectores, pero a mí esa idea me gusta tanto como me gustó el discurso del Presidente.




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