CAMBIAR EL RUMBO
Por JUAN T H
Muchos
equipos de béisbol profesional de Estados Unidos y de baloncesto de la NBA, del
mismo país, se han mudado de una ciudad
a otra, casi siempre por razones económicas. Pero eso no los hace diferentes
aunque cambien el color de sus uniformes y los fanáticos sean otros.
Igual
ocurre con un partido cuando se divide,
a menos que, los que se marchan, no establezcan las razones políticas,
ideológicas, orgánicas, estatutarias, etc., que lo justifiquen y lo diferencie.
No
se trata de una nueva bandera, componer un himno, comprar otra “Casa Nacional”,
elaborar un padrón de militantes, elegir nuevos directivos en todo el país orientados
por una Comisión Política siguiendo las pautas trazadas por el Comité Ejecutivo
Nacional o como se llame. ¡Es mucho más que eso!
En
noviembre de 1973 el entonces líder indiscutible del Partido Revolucionario
Dominicano (PRD), profesor Juan Bosch decidió irse para fundar, podo después,
el Partido de la Liberación Dominicana. Dijo que el PRD ya había “cumplido su
papel histórico en la política nacional”. A pesar de tener 64 años de
edad, recorrió todo el país y elaboró las ideas que le darían
sustentación política e ideológica. Hizo un partido de cuadros, no de masas,
dándole una orientación de izquierda marxista, pero no leninista.
De
ese modo el PLD se convirtió en un partido totalmente distinto al PRD, aunque
tras su muerte y después de llegar al gobierno, esa entidad se igualó al PRD
que Bosch había dejado atrás alegando que se había agotado y que no tenía razón
de existir.
(Para
desgracia del país y del pueblo, el PLD se derechizó, sus dirigentes se
corrompieron y se enriquecieron mayoritariamente aferrándose al poder para
mantener sus privilegios, y hoy es un partido más dañino y peligroso que todos
los demás, incluyendo al PRD)
Aunque
tenían ideas más o menos similares en principio, en Rusia se produjeron enfrentamientos entre Bolcheviques (mayoría)
y Mencheviques (minorías) por el control del Estado tras la derrota del Zar.
Los bolcheviques, liderados por Lenin, creían en la dictadura del proletariado,
mientras que los minoritarios eran más conservadores. Las diferencias políticas
e ideológicas entre unos y otros eran más que notables, en muchos casos,
antagónicas.
El
Partido Revolucionario Moderno, si quiere ser las tres cosas, tiene que
diferenciarse cualitativamente con los demás partidos del sistema. Su práctica
no puede ser similar a la del PRD, PRSC o el PLD, para solo citar tres
ejemplos. ¿Qué es el PRM? ¿Socialdemócrata? ¿Socialista? ¿Comunista? ¿Nueva
Izquierda al estilo del fallecido Chávez, en Venezuela, de Correa, en Ecuador,
Lula, en Brasil, Evo Morales, en Bolivia
o la Bachelet, en Chile? ¿Cuáles son los objetivos del PRM? ¿Para qué quiere el
PRM el gobierno? ¿Para continuar el mismo modelo económico, político y social
imperante o para cambiarlo total y radicalmente?
En
el PRM hay que, como hizo Bosch cuando se fue del PRD, cambiar el rumbo, educar
a su militancia en torno a las “nuevas ideas”, si es que las hay; sus dirigentes también deben reeducarse y
predicar con el ejemplo, probar que están dispuestos a encabezar una verdadera
revolución no solo ética y moral, pues de lo contrario el equipo se habrá
mudado de casa, pero seguirá siendo el mismos.
David
Ortiz, el carismático “Big Papi”, podrá
ser cambiado del equipo de Boston, donde juega actualmente, a los Yankees
de Nueva York. Su uniforme será otro, los fanáticos también, pero
seguirá siendo el mismo bateador
designado, zurdo, capaz de sacar la pelota del parque. Lo mismo pasa con un partido político cuando
se divide.
La
mayoría de los jugadores del PRD se marcharon, cambiaron de equipo al crear el
PRM, pero los hombres y mujeres que lo militan y dirigen no provienen del
Partido Comunista, ni del planeta Júpiter, son los mismos que estaban en el PRD.
Tienen otro uniforme, otra bandera, otro himno, pero en su interior, en sus
corazones y en sus mentes, nada, o muy poco ha cambiado.
No
podemos cambiar el país si primero no lo hacemos nosotros. La revolución, como
dijera el poeta César Vallejo, comienza en nosotros mismos, no en los demás.
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