La genialidad futbolística de Brasil puede ser una maldición para Rousseff y el Socialismo

Inauguración del Mundial de Fútbol. EFEDos tragedias nacionales afectaron a Brasil la semana pasada. En la ciudad de Belo Horizonte un paso elevado colapsó y mató a dos personas. El día siguiente, Brasil jugó contra Colombia en los cuartos de final de la Copa Mundial. Brasil ganó el encuentro, pero Neymar, estrella del equipo e icono nacional, sufrió una lesión en la espalda que lo mantendrá sin jugar el resto del torneo. 

Es justo decir que, de los dos incidentes, la vértebra facturada de Neymar ha atraído más la angustia de los medios que la construcción deficiente que cobró las vidas de dos de sus compatriotas. Brasil parece estar viviendo según la máxima de Bill Shankly, el legendario entrenador de fútbol, mejor conocido por su trabajo con el equipo Liverpool, quien, como muchos saben, una vez dijo: "Algunos piensan que el fútbol es cuestión de vida o muerte... Yo les puedo asegurar que es muchísimo más importante que eso."

Los dos incidentes demuestran por qué la genialidad de Brasil en el fútbol puede ser una maldición, así como una bendición. Las razones para celebrar la destreza futbolística del país son obvias. Los equipos brasileños han alegrado a millones de seguidores en todo el mundo. La camiseta amarilla de la "Seleção" es la tarjeta de presentación del país, incluso más que la selva del Amazonas o las playas de Rio de Janeiro. Pero la genialidad futbolística de Brasil a veces ha servido no como una inspiración a la genialidad en otras áreas, sino como una alternativa.

Hubo un tiempo el año pasado, en que pareció que los brasileños se habían cansado de este juego. Durante la Copa Confederaciones, un torneo de calentamiento para el torneo de este año, hubo protestas masivas contra los enormes gastos que se hicieron para organizar la Copa Mundial.

Aunque millones de brasileños aún viven en favelas - sin acceso a servicios de saneamiento, salud, educación y transporte - Brasil había decidido gastar más de $11 mil millones en construir nuevos y relucientes estadios, así como todas las demás instalaciones exigidas por la FIFA, la federación internacional de fútbol. Los manifestantes pidieron escuelas y hospitales, del mismo nivel que las instalaciones construidas para la FIFA, junto con los estadios.

Sin embargo, las predicciones de que estas protestas se repetirían con similar magnitud durante la Copa Mundial resultaron erróneas. En lugar de ello, el país se ha visto atrapado en el melodrama del fútbol.

La ausencia de disturbios sociales no debe ser motivo de remordimiento. Los brasileños tienen todo el derecho a sentirse orgullosos de su equipo y de la organización del torneo el cual, a pesar del trágico incidente en Belo Horizonte, ha marchado generalmente bien. El riesgo es que los problemas planteados durante las protestas del año pasado pueden ser soslayados por la euforia futbolera.

Las protestas del año pasado fueron interesantes e importantes porque pusieron de manifiesto el descontento y las aspiraciones de millones de personas comunes. La reacción del gobierno brasileño también fue sorprendentemente madura. Mientras que el gobierno turco, que se vio afectado por descontento popular casi al mismo tiempo, reaccionó con hostilidad y teorías conspirativas, Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, admitió la legitimidad de las demandas de los manifestantes y prometió trabajar más para cumplir sus deseos.

La Sra. Rousseff se presenta a su reelección el próximo octubre. Pero sus posibilidades de victoria se han visto opacadas por las dudas generalizadas acerca de su capacidad para cumplir con las mejoras de las condiciones de vida que ella prometió. Luiz Inácio Lula da Silva, el carismático antecesor de la Sra. Rousseff, pudo presumir de un crecimiento económico que promedió más de 4 por ciento anual durante su etapa como presidente, además de una rápida disminución de la desigualdad. Pero el entusiasmo acerca del potencial de Brasil ha disminuido. Se espera que el país crezca menos del 2 por ciento este año, lo cual es poco para una nación que aspira a convertirse en una economía emergente dinámica. Las quejas acerca de mala administración y corrupción ya son comunes.

Sin un récord estable de logros, la Sra. Rousseff necesita urgentemente que la Copa Mundial sea un éxito. Su aparición en el partido inaugural del torneo provocó rechiflas y cantos obscenos. Desde entonces, ha mantenido un perfil bajo.

Sin embargo, la presidenta seguramente reaparecerá en la final de la Copa Mundial en Rio, el 13 de julio. Esta vez, estará acompañada de algunos formidables amigos. Brasil será sede de una cumbre de los BRICS, que ha sido programada para inmediatamente después de la Copa Mundial, supuestamente a petición de Xi Jinping, el presidente chino a quien tanto le gusta el fútbol. Una "fotografía de poder" con los líderes de Rusia, China, Sudáfrica e India podría servir como apertura perfecta para la campaña de elección presidencial de la Sra. Rousseff.

Sin embargo, esta estrategia presenta dos grandes riesgos - uno tiene que ver con el fútbol, y otro con la política. Narendra Modi, el recién electo primer ministro de India, quien asistirá a la cumbre de los BRICS, aprovechó el descontento del pueblo indio por el lento crecimiento y la corrupción para alcanzar la presidencia. Las similitudes con Brasil son incómodamente cercanas y el surgimiento de un candidato similar a Modi en Brasil sería inquietante para la Sra. Rousseff.

Las comparaciones entre las políticas económicas de India y Brasil pueden resultar algo abstractas para la mayoría de los votantes. Pero nadie extrañará el simbolismo de los sucesos en la cancha de fútbol. Y aquí también las cosas se ven peligrosas. Sin Neymar, Brasil fácilmente podría perder contra Alemania en la semifinal del martes. Lo único que podría ser peor sería perder la propia final contra Argentina, vecinos y amargos rivales de Brasil.

Luiz Felipe Scolari, entrenador de Brasil, dijo que ganar la Copa Mundial es "lo menos que se puede hacer". (Brasil también quiere jugar con estilo.) Gane o pierda, sería maravilloso que Brasil tomara la negativa del Sr. Scolari a aceptar un segundo lugar y lo aplicara a otras áreas de la vida. 

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