Yo no vuelvo a perder
Por
Anibita José/El Dominicano en USA Eso me dijo un amigo al regresar de
un largo viaje por su país. Con expresión solida y sofisticada, como su
personalidad, me repitió una y otra vez, que perder otra elección, significaría
en fin de su carrera política y social, que su vida correría peligro en otros
cuatro años de oposición. Me quedé perplejo y congelé mi respuesta hasta el
final de su intervención. La dependencia del gobierno (continuó) es la única opción
no solo de la gente pobre, pero de la clase media acomodada también. Nuestro
pueblo – replicó mi amigo – a pesar de la fama de ser organizado y limpio, está
totalmente arrabalizado y descuidado en la higiene y servicios sanitarios de
uso común, como las cloacas, el agua potable, los vendedores ambulantes de
comida, el mercado central de abastos, las calles, las cunetas, los servicios
sanitarios y las cocinas de los restaurantes y comedores, el contaminante del
elemento principal del cemento, el cual contiene plomo y se encuentra en el
caliche que han dejado las compañías que manejan la lenta y paralizada construcción
del malecón, las desorganizadas noches de parrandas en los antros de mala reputación
de los alrrededores del parque central, vecinos por imposición de los
principales colegios y escuelas, centros comerciales, cuarteles policiales,
oficinas del gobierno y bancos.
De la capital, ni te cuento, la aventura de trasladarse de un lugar a
otro, se convierte en la más intrépida de tus excursiones, comentó mi
hermano/amigo, se considera un fantasma, al que transita por esta acalorada y
complicada ciudad sin ser asaltado o atropellado.
Era la primera vez que oí a mi amigo quejarse del país, fue la única vez
que habló mal de él. Y todo obedecía a un pretexto para hacer la mejor de las
propuestas que jamás me habían hecho en mis 50 y tantos años de vida. Compañero,
me dijo, “yo ya no aguanto perder otra elección, yo voy a dejar de ser
revolucionario y de estar en la oposición, yo voy a ser gobierno, aunque sea en
el partido morado”.
La decepción de pertenecer a un grupo de gente que no quiere entender que
Peña no vive y que sus ideales han sido pisoteados por sus mismos compañeros,
por ellos mismos. El dolor de ver sus ideas perderse en las arcas de los burgueses
que dirigen nuestros destinos y nuestras creencias políticas, me ha instado a
insistirle a usted y a un grupo selecto de amigos del Estado de la Florida y de
mi pueblo en la isla, para que juntos nos integremos a un paso más cerca de ser
gobierno y de conseguir que se respeten nuestros derechos y se nos otorguen las
preseas por nuestra labor proselitista a favor de cualesquiera que sean los
candidatos, insistió mi amigo.
Yo quiero ser reformista, me dijo con voz entrecortada, como para que no
entendiera claramente, lo que me estaba confesando. Esta conversación fue telefónicamente,
por eso no pudo captar mis expresiones de alegría y libertad, le contesté,
cuente conmigo compañero, para mí es como volver a casa, allí nací, allí ejercí
mi primer derecho al voto a mis 16 años, aunque también perdí de Don Antonio,
siento orgullo y mucha honra, haber votado por Balaguer.
Una propuesta como esta, en momentos como el que estamos viviendo, es la perfección
hecha ser humano, en boca de un gran amigo, un hermano.
No habrán arreglos inmediatos en el PRD, jamás oyeron nuestras sugerencias
de oponer al gobierno y de incluso, impugnar las elecciones pasadas, por lo que
nuestro apoyo ira dirigido en nuevas empresas, más responsables y mas agradecidas
con sus colaboradores. Como podrán notar, los intereses personales y el deber
de proveer a nuestras familias, nos convierte en seres humanos capaces de pensar
en un futuro más digno para los nuestros.
No quisiera oír la palabra malagradecido de ninguna boca, negra, blanca o
morada, pues todo lo que dimos lo hicimos de corazón y nos gastamos la escuela,
la comida y el techo, sin contar la vergüenza de nuestras familias en el
esfuerzo de llevar nuestro candidato al poder, y logramos ganar las elecciones,
y nos vendieron como esclavos.
Me voy, pero quiero dejar las puertas abiertas para mejores
proposiciones, con hechos, no con palabras.
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