¿Qué tan accidental fue el encuentro entre Barrack Obama y Raúl Castro?
Fue un gesto que no ocurría desde
2000: los presidentes de Estados Unidos se estrecharon la mano.
¿Qué
significado tiene este gesto?
¿Fue un accidente, como sugiere el gobierno
estadounidense, o un movimiento coreografiado?
Fue un gesto simple, pero
simbólico: si los presidentes de Estados Unidos y Cuba -dos países enemistados
desde hace décadas- se dan la mano, el campo se abre a toda clase de
interpretaciones. Fue exactamente que ocurrió este martes en la ceremonia de
despedida del ex presidente sudafricano Nelson Mandela. ¿Estaba todo fríamente
calculado?
En efecto, la foto en la que Barack
Obama estrecha la mano de un sonriente Raúl Castro dio la vuelta al mundo. La
última vez que los mandatarios de estas dos naciones se dieron la mano fue en
2000, cuando Bill Clinton saludó a Fidel Castro durante la cumbre del Milenio
en la ONU- que no tardó en convertirse en uno de los temas más debatidos de la
ceremonia.
Para algunos cubanos esto fue
"un insulto, una bofetada", para otros una muestra de la posibilidad
de un acercamiento entre los dos países.
Y si bien el secretario de Estado
de EE.UU., John Kerry, le restó importancia al hecho y dio a entender que fue
una cuestión librada al azar, para el periódico británico The Telegraph,
"bajo los protocolos diplomáticos establecidos años atrás, el presidente
de Cuba y los representantes de Washington no suelen ser invitados a los mismos
eventos".
"Y si ocurre", añade,
"la reunión está coreografiada de forma tal que ambos no se encuentren
cara a cara".
Durante la ceremonia de homenaje
al difunto líder sudafricano Nelson Mandela, los mandatarios de Estados Unidos
y Cuba se saludaron y estrecharon las manos por primera vez desde 2000.
¿Accidente del destino o acción
premeditada?
El programa Newsnight,
de la BBC se lo preguntó a David Owen, ministro de Relaciones Exteriores
británico entre 1977 y 1979, quien durante sus años como canciller tuvo que
ejecutar más de una danza extraña para evitar acercamientos poco deseados.
¿Cómo
interpreta este gesto entre Obama y Castro?
Yo creo que es muy significativo.
Desde hace tiempo que Obama quiere mejorar las relaciones con Cuba, algo que
era muy difícil de hacer en su primer mandato, teniendo en cuenta que Florida
es un estado clave. Pero ahora, incluso en Florida las cosas han ido avanzando.
Cuando Obama levantó en 2009 las
restricciones de viajes (a Cuba para los cubano-estadounidenses), esta medida
fue popular en Florida y, probablemente, eso lo ayudó en las segundas
elecciones presidenciales.
El
secretario de Estado estadounidense, John Kerry, dice que el encuentro fue pura
casualidad. ¿Usted se cree eso?
No, para eso están los
cancilleres, para explicar por qué pasan las cosas. Pero no hay duda (que no
fue casual). Esto abre el camino para que mejoren las relaciones entre ambos,
algo que se necesita desde hace mucho tiempo.
Pero es
obvio que la planificación de dónde se sienta cada quién se hizo con meses de
antelación. Seguro que ya se sabía que Obama iba a pasar por delante del
presidente cubano...
Sí, lo sabía. No fue un accidente.
Sabía exactamente lo que pasaría. El mayor problema en estas situaciones se
centra en al lado de quien no te quieres sentar.
Cuando asistí al funeral de Jomo
Kenyatta, el líder independentista de Kenia, recuerdo que mi principal tarea
era interponerme físicamente entre Idi Amin (el ex dirigente de Uganda entre
1971-1979, cuyo régimen fue uno de los más sangrientos en la historia de
África) y el Príncipe Carlos.
Y Amin era un hombre bastante
grandote... Él quería que le tomaran fotos saludando al Príncipe Carlos, lo
último que quería Carlos. Y yo logré frenarlo.
¿Cómo?
¿Qué hizo?
Ambos estaban en la misma
plataforma. Yo lo miraba atentamente mientras lo veía moverse, tratando de
acercarse, y me aseguré de que no pudiera hacerlo.
Yo creo que en realidad la
importancia de todo esto es que Obama es una creación de Madiba. Obama pudo
ascender gracia a él y creo que siente su legado.
Creo que hará más en materia de
temas sociales. Él puede marcar el ritmo y hacer cosas que resultan obvias: no
tiene sentido mantener la larga disputa (con Cuba).
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