Diáspora en NY exige a Medina reparar daños a afectados por sentencia
Un grupo de
estudiantes, educadores, activistas comunitarios y artistas dominico-americanos
residentes en Nueva York, exigieron al presidente Danilo Medina reparar los
daños provocados a los afectados por la sentencia 168-13 del Tribunal
Constitucional, que deja sin nacionalidad a miles de dominicanos hijos de
inmigrantes con estatus irregular.
A Continuación le íntegra la carta
abierta al presidente Danilo Medina de la Diáspora en Nueva York
Somos un
grupo de estudiantes, educadores, activistas comunitarios y artistas
dominico-americanos residentes en Nueva York. Recibimos con profundo dolor la
sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional, la cual despoja de su
nacionalidad a los hijos de inmigrantes indocumentados, principalmente de
ascendencia haitiana, aplicada retroactivamente a 1929.
Le exigimos
que (1) abandone la postura errónea que asumió su gobierno en defensa de la
sentencia, (2) repare el daño causado a la imagen internacional del país y sus
relaciones con otros países de la región, y (3) prioritariamente, restaure los
derechos de los dominicanos de ascendencia haitiana a quienes se les ha negado
acceso a las protecciones de la nacionalidad dominicana durante años y cuya
ciudadanía se ve amenazada de manera permanente por la sentencia del Tribunal
Constitucional.
El fallo fue
un acto autónomo del Tribunal Constitucional dominicano y generó lo que usted
mismo reconoció como un "problema humano." Bajo su dirección,
funcionarios del gobierno y el cuerpo diplomático dominicano en el exterior han
llevado a cabo una defensa de la sentencia que ha sido sumamente vigorosa y
poco sincera. Sus funcionarios y embajadores, sobre todo el Embajador a los
Estados Unidos, Aníbal de Castro, han llevado a cabo una campaña mediática para
confundir la intención y el contenido de la sentencia caracterizándola
erróneamente como una cuestión de soberanía nacional en materia de migración y
nacionalidad.
El Sr. de
Castro, y muchos defensores de la sentencia, acusan a quienes la criticamos de
no haber leído el texto. Sin embargo, quienes apoyan la sentencia,
aparentemente, no han leído las versiones anteriores de la Constitución. Antes
de 2010, la Constitución de la República Dominicana nunca estipuló el estado
migratorio de los padres como condición para la concesión de la nacionalidad a
personas nacidas en suelo dominicano. Desde 1929, todas las Constituciones
incluyeron apenas dos excepciones al jus soli, el principio
que determina que toda persona nacida en el territorio de un país es un
ciudadano: los hijos de diplomáticos y extranjeros en tránsito. El Tribunal
Constitucional distorsiona el concepto de "extranjeros en tránsito"
para incluir en él inmigrantes que residen ilegalmente en el país, afirmando
que esta siempre ha interpretación correcta. No sólo es absurdo argumentar que
un migrante que vive en un país durante décadas está en tránsito, sino que
además nos lleva a cuestionar por qué la Constitución de 2010 tendría dos
cláusulas redundantes. Si "en tránsito" y "residentes
ilegales" son realmente lo mismo, debemos preguntarnos por qué los
redactores de la Constitución en 2010 sintieron la necesidad de definir, por
primera vez, que los hijos de las personas que residen ilegalmente en el país,
sumados a los hijos de extranjeros en tránsito, no gozan de la nacionalidad
dominicana por jus soli, como se establece en el artículo 18.3.
Hasta los
últimos años, el gobierno dominicano, a cargo de varios presidentes distintos,
también consideraba como ciudadanos a los hijos de inmigrantes indocumentados.
Fue el Estado dominicano que le otorgó la nacionalidad y documentó a tres
generaciones de dominicanos de origen haitiano durante 84 años, y hoy pretende
desconocer esa nacionalidad en forma retroactiva hasta 1929. El reconocimiento
de esta nacionalidad no fue una decisión aislada de funcionarios del registro
civil, sino que fue una acción sistemática del Estado Dominicano, que otorgó
todo tipo de documentos (actas de nacimiento, pasaportes, certificados
escolares y universitarios, etc). El mismo Estado interpretó la Constitución
sobre la base de que todo el que nacía en territorio nacional era dominicano.
Hoy por hoy, ha cambiado su interpretación, y pretende hacerla retroactiva
hasta 1929, despojando de su nacionalidad a miles de ciudadanos, lo cual es
intolerable. La sentencia no resuelve los graves problemas de inmigración del
país y no representa en absoluto una acción autónoma de un Estado soberano para
establecer normas que regulan los requisitos para obtener la nacionalidad y la
ciudadanía. La sentencia pretende revocar la ciudadanía y violar los derechos
de decenas de miles, y, posiblemente, cientos de miles, de dominicanos de
ascendencia haitiana que son reconocidos como ciudadanos dominicanos por el
Artículo 18.2 de la Constitución de 2010.
Por este
motivo, otros gobiernos de la región, entre ellos los miembros de la Comunidad
del Caribe (CARICOM) y la Organización de Estados Americanos, han criticado la
sentencia y al gobierno dominicano por su vigorosa defensa de lo indefendible.
Los tratados internacionales de derechos humanos y las entidades regionales de
protección a los derechos humanos, existen precisamente porque las graves
violaciones a los derechos humanos no reconocen las fronteras nacionales. Sin
lugar a dudas la sentencia del Tribunal Constitucional viola normas
internacionales de derechos humanos, establecidas en los tratados ratificados
por la República Dominicana. El Estado dominicano debe adoptar las
recomendaciones formuladas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
como un primer paso para restaurar la imagen del país y su relación con países
vecinos. Si continúa aislándose de la comunidad internacional, la República
Dominicana se verá perjudicada políticamente y económicamente. Como presidente,
usted debe reconocer el rotundo rechazo a la sentencia, tanto a nivel nacional
como en el exterior, y buscar una solución pragmática.
Sin embargo,
el mayor daño causado por la sentencia no ha sido el deterioro de la imagen
internacional de la República Dominicana. La sentencia resultará en la
desnacionalización masiva, posiblemente afectando a cientos de miles de
ciudadanos que de repente dejarán de ser dominicanos. Muchos de ellos no
conocen Haití, no hablan el idioma, y la totalidad de sus lazos afectivos se
encuentran en la República Dominicana. El derecho a la nacionalidad es un
derecho humano fundamental, que la República Dominicana ha reconocido en varias
convenciones y acuerdos internacionales que hoy parece ignorar.
Son
preocupantes los antecedentes de su gobierno y de gobiernos anteriores en este
sentido e indican el trato que recibirán las personas afectadas por la
sentencia, que hoy carecen de seguridad jurídica. Desde 2007, miles de personas
ya han sido despojadas de sus documentos de nacionalidad y de identidad,
dejando sus vidas en suspenso y causándoles un daño irreparable. Dominicanos de
ascendencia haitiana que se han esforzado para ser profesionales ya no podrán
ejercer su profesión, jóvenes estudiantes no podrán avanzar en sus estudios;
familias serán separadas.
No es
suficiente decir que no habrá deportaciones masivas y que los derechos humanos
y las consideraciones humanitarias se tendrán en cuenta en el trato de
las personas afectadas, como han afirmado muchos funcionarios dominicanos. Vale preguntarse,
¿cómo pretende el gobierno dominicano violar los derechos humanos de una manera
humanitaria? Su gobierno ha realizado varias deportaciones de inmigrantes
haitianos; el mes pasado se concretó un caso particularmente atroz. Alrededor
de 464 haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana fueron
deportados en la ciudad fronteriza de Neiba en medio de episodios de violencia
y asesinatos de haitianos y dominicanos. Decenas de inmigrantes acudieron a la
policía y el ejército en busca de refugio de las turbas violentas, sólo para
ser deportadas por estas mismas instituciones. Si bien los representantes de su
gobierno han afirmando que no habrá deportaciones masivas, parece que sus
soldados y agentes de policía no han recibido el mensaje.
La respuesta
por parte del Estado dominicano y de sus ciudadanos tras el terremoto de 2010
que causó daños extensos a nuestro país vecino, y la movilización de
amplios sectores de la sociedad dominicana en defensa de los afectados por
la sentencia son sólo dos ejemplos de la enorme solidaridad de los
dominicanos. Le exigimos aliarse con estos dominicanos, en lugar de seguir
promoviendo la histórica ideología anti-haitiana que sólo le interesa a los
nacionalistas a la extrema derecha del espectro político.
Le exigimos
que actúe rápidamente para remediar el daño causado a las personas que han sido
despojadas de su nacionalidad y cuyos derechos humanos han sido violados
por la sentencia y varios gobiernos consecutivos.
Hace poco la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos realizó una visita a la República
Dominicana con el fin de estudiar el impacto de la sentencia del Tribunal
Constitucional. La visita pudo haber servido como una oportunidad sumamente
necesaria para reflexionar y conducir el país hacia una solución a los
problemas causados por la sentencia. Aun así, su gobierno ha preferido
rechazar el informe de la Comisión, basándose en argumentos espurios de
soberanía y declaraciones genéricas sobre la protección a los derechos humanos.
Es su
responsabilidad solucionar este "problema humano" causado por la
sentencia. Aceptar y adherir al informe de la Comisión Interamericana es un
importante paso para asegurar que esta solución sea respetuosa de los derechos
humanos consagrados en la Constitución nacional y los tratados internacionales,
así como evitar la continuación del aislamiento de la República Dominicana para
con sus vecinos.
Quienes
somos inmigrantes o hijos de inmigrantes en Estados Unidos conocemos muy bien
la discriminación y violaciones de derechos humanos que deben enfrentar los
inmigrantes y sus descendientes. Afirmamos nuestra solidaridad con los
dominicanos, particularmente los de ascendencia haitiana, que han perdido no
sólo su nacionalidad, sino también la posibilidad de desarrollar una vida plena
en su propio país. Vamos a seguir apoyando a nuestros hermanos y hermanas
dominicanos/as de origen haitiano para construir un país más justo e
incluyente, que respeta los derechos humanos y celebra su diversidad. Todos
somos dominicanos.
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