REPUBLICA DOMINICANA: Gobernada por “COME-SOLOS” y “SIEMPRE-COMEN”
Contrario al pensamiento masoquista de los esclavos Dominicanos, creo que este articulo de Jorge Ramos no tiene ni una letra de desperdicio. Recopila en pocas palabras, toda una historia de desfalcos y abusos en contra de los pobres de nuestra querida isla
Jorge Ramos
Desde el
aire el espectáculo es impresionante. Debe haber pocas islas tan bellas en el
mundo como la Hispaniola, que comparten República Dominicana y Haití. En esta
época del año la tierra, verde brillante, sabrosa, contrasta con las
caprichosas montañas y con un mar, borracho de azul, que no se acaba. Las
playas dominicanas no tienen nada que envidiarle a las brasileñas,
mediterráneas o indonesias. Pero conforme te vas acercando, hay que ajustar esa
primera impresión. Tan pronto empieza a bajar el avión al aeropuerto de la
capital dominicana, es fácil detectar las décadas de abusos y negligencia;
calles sin pavimentar, los techos de lámina, el crecimiento urbano alborotado,
sin plan. Y ya en tierra, surge inmediatamente la pregunta: ¿cómo es posible
que una nación con tantos recursos naturales sea una de las más pobres del
hemisferio? La respuesta está en la calle.
La
percepción de muchos dominicanos es que su país es pobre debido a los
despilfarros históricos y la corrupción consuetudinaria de sus clases dirigentes.
Al menos cuatro de cada diez personas viven en la pobreza, según me aseguró un
informado periodista. Y confío más en él ya que las encuestas oficiales, en
cualquier país, tienden a maquillar las cifras. Los dominicanos, que son muy
ingeniosos para describir sus tristezas y alegrías, han acuñado unos términos
muy descriptivos para identificar a los aparentes responsables de sus males
económicos. A algunos políticos les llaman “come-solos” (por no haber repartido
el botín que se robaron). A otros les dicen “come-siempre” (por meterle mano
regularmente al presupuesto de la nación).Y no falta por ahí quien acuse de
“apaga-estufa” a líderes que, en lugar de crear riqueza, crean hambre y de
“sufre-callados” a los que, tarde, se dieron cuenta que apoyaron al candidato
equivocado o al que los defraudó.
Ningún
partido político se salva. El béisbol, sí, es una pasión en este país pero la
política es el deporte nacional. Nunca faltan nuevas combinaciones de
comelones. De la misma manera que los que viven cerca de los polos tienen
muchas palabras para describir los distintos estados del hielo, así los
dominicanos han inventado todo un vocabulario para explicar las tonalidades de
la corrupción política. Los políticos que roban están “hirviendo” o “muy
calientes”. Los que no lo hacen son “fríos”. Cool. Y hablando de políticos
cool, en República Dominicana hay toda una nueva generación de servidores
públicos y jueces que le han dado la espalda al autoritarismo y a los abusos
del pasado. A esos no hay que perderlos de vista. Tiran alto. En los medios de
comunicación también hay varios elementos de preocupación… y de esperanza.
El pastel de
la televisión, radio y periódicos está repartido, fundamentalmente, en tres
grandes grupos corporativos que, además de dar noticias, tienen bancos,
aseguradoras y otras industrias. Y esto, me parece, no es muy saludable para la
libertad de expresión. Prefiero los medios de comunicación independientes, sin
compromisos empresariales o gubernamentales. ¿Qué pasaría en República Dominicana,
por ejemplo, si un reportero descubre lavado de dinero o un acto de corrupción
en el banco del dueño de su periódico? ¿Se atrevería el reportero a denunciarlo
y el diario a publicarlo? Lo dudo. ¿Se sentirían los editorialistas y
columnistas en total libertad de denunciar que uno de los accionistas de la
empresa es socio en un negocito con el secretario de estado, el fiscal, el
militar, el sacerdote? No creo. Si el presidente atacara públicamente a algún
periodista por las preguntas que hace o las ronchas que levanta ¿saldría su
periódico, estación de radio o televisión a defenderlo? ¿Pondrían en riesgo los
negocios de la empresa por una noticia? No lo sé.
El objetivo
principal de los empresarios es ganar dinero y el de los periodistas dar
noticias; muchas veces estos dos ejercicios no son compatibles. Aún así –y esto
es importante decirlo- República Dominicana tiene su buena dosis de diversidad
en los medios de comunicación y una creciente conciencia crítica entre sus
periodistas. En estos días no se puede mandar callar a un reportero como se
hacía en la época del dictador Trujillo o en alguna de las seis presidencias
-¡seis!- de Joaquín Balaguer. En República Dominicana hay cada vez más
periodistas concientes de su labor, valientes…y muy mal pagados. (Esa es otra
de las debilidades del sistema.) Pero cuando los dominicanos no están
trabajando duro, viendo la televisión, discutiendo sobre la pelota o hablando
de política, es fácil verlos bailar en las calles o jugando dominó cerca de la
maravillosa zona colonial de Santo Domingo. Estoy apantallado de esta belleza
arquitectónica y de la aparente seguridad que se respira en sus calles,
incluso, en altas horas de la noche.
Esa
tranquilidad ha desaparecido en casi todas las capitales latinoamericanas. No
aquí. República Dominicana es una joyita. El dinamismo de su gente es sólo
comparable al más rápido de sus merengues. Sus hoteles, playas y gastronomía
son un extraordinario imán internacional. Sus jóvenes y empresarios han ayudado
a que tenga uno de los índices de crecimiento más altos de la región. Pero…pero
por alguna razón todavía hay muchos que prefieren arriesgarlo todo para cruzar
las tortuosas aguas del canal de la mona en una yola hacia Puerto Rico. El
ejército de emigrantes, el alto número de pobres, el siempre prolífico
vocabulario para describir la corrupción gubernamental y las mordazas
potenciales a los periodistas son claras señales de preocupación. Pero todo
esto, desde el aire, no se nota. ¿Qué falta en República Dominicana? Bueno, no
soy nadie para decirlo pero, según me cuentan, urge –como en casi toda América
Latina- una nueva generación de líderes (políticos, económicos, de opinión…)
que no deje a nadie fuera del progreso de la isla, que tenga las manos limpias
y a quien los dominicanos podrían llamar, con orgullo, los “todos-comen”. Y en
este viaje tuve la suerte de conocer a varios de ellos; nuevos aires –puedo
reportar- soplan sobre la isla.
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