Nuestra doble moral respecto a los haitianos

EL AUTOR es periodista, director de ALMOMENTO.NET





Por SAUL PIMENTEL/Almomento.net



Hace un tiempo, cuando me mudé a una nueva casa, invité a un selecto grupo de amigos y familiares a “festejar” el hecho de que estrenaba un nuevo hogar.  Cuando más contentos estábamos, uno de los invitados gritó espantado que, desde un matorral aledaño, había entrado a nuestra terraza una araña “cacata”.  Uno de mis invitados se armó de valor y la mató. Pero al cabo de un rato entró otra y más tarde una pequeña culebra, que corrieron la misma suerte. La causa de la presencia de estos infortunados animales era que se acercaba una tormenta tropical y, debido a la presión atmosférica, aparentemente buscaban lugar seguro.
No temo a las culebras pues al menos en la República Dominicana no he sabido de ninguna venenosa o que se haya tragado a nadie, pero confieso que a las “cacatas” le tengo pánico, y esa noche no pude dormir.  Al día siguiente decidí, por mi cuenta y riesgo, eliminar el matorral ubicado en un terreno ajeno, ya que era la única forma de librarlo de alimañas y, en consecuencia, garantizar mi sueño y tranquilidad.
Recordé que a una cuadra, en la avenida Independencia, un grupo de hombres ociosos juegan dominó a toda hora. Orondo, acudí a ellos a “contratar” sus servicios, pensando que me iban a aplaudir por darles la oportunidad de ganarse la digna y necesaria comida del día, pero vaya sorpresa!!… me recibieron con desdén, como si los estuviera interrumpiendo.  A muchos ruegos logré que fuera a mi vivienda uno de ellos. Desde una azotea observó el terreno en cuestión, se puso una mano en la barbilla y con aires de “faculto” hizo una mueca. Creí que se estaba preparando para “pedir dinero por su boca”, pero grande fue mi asombro cuando exclamó: 
-“Mmmm…mire: yo le voy a recomendar que, mejor, Usted rocíe gasoil a ese matorral y le pegue candela”. 
Ni siquiera se ofreció a hacer el susodicho trabajo. Prefirió recomendar que lo haga yo, e inmediatamente salió disparado como “alma que lleva el diablo” y volvió a su juego de dominó, dejándome insatisfecho y furioso.
Fui entonces a un lugar próximo donde había un edificio en construcción en el que laboraban haitianos.  Tres de ellos fueron gustosos con machetes y colines, y en un santiamén dejaron el susodicho solar limpio como un percal.


Amarga conclusión


Este incidente y otras cosas que he observado me han llevado a la amarga conclusión de que a los dominicanos no nos gusta realizar trabajos pesados. Desde la época de los indígenas, a algunos NO nos gusta doblar el lomo. Siempre hemos vivido como Martín Garata…prefiriendo los “mangos bajitos”. Casi todos dormimos una larga siesta (por lo cual muchos barrios prácticamente se paralizan entre 12:00 del mediodía y 2:00 de la tarde).  Tenemos complejo de “jefe”, o lo que es lo mismo, de “caciques” (aunque no tengamos tribus).  Preferimos las oficinas con aire acondicionado (aunque no tengamos capacidad para trabajar en ellas), consumimos la mayor parte de nuestro tiempo hablando de política, pelota y otras pendejadas pues nos consideramos "analistas"; nos molesta hacer filas en los bancos y oficinas de servicio, pero las hacemos con gusto en las bancas de apuestas y cuando alguien está repartiendo algo gratis.  Por eso somos posiblemente el único país donde en los barrios hay más bancas de apuestas y casinos de juego que escuelas, iglesias y farmacias.  Y también por eso los extranjeros han pasado a dominar todas las áreas vitales de nuestra economía.


“A Dios rogando y con el mazo dando”


Tengo la infortunada convicción de que la culpa de la creciente presencia de haitianos en nuestro territorio la tenemos nosotros mismos y de que mantenemos una DOBLE MORAL respecto a este problema.  A diario se cumple aquel viejo refrán: “A Dios rogando y con el mazo dando”, pues por un lado nos quejamos de que nuestros vecinos ocupan progresivamente nuestro territorio y sin embargo nadie ha actuado con energía para evitarlo.
Hace décadas, sin que nadie nos obligara a ello, renunciamos a cortar nuestra caña y a recoger nuestro café.  Preferimos entregar estas tareas a los haitianos (no fueron ellos los que vinieron a nosotros, sino nosotros fuimos a buscarlos).
Resulta curioso que muy pocos empresarios, propietarios de fincas u otros representantes de sectores poderosos se han pronunciado en contra de la masiva penetración de haitianos. ¿Sabe Usted, por qué?. Sencillamente, porque no les conviene que éstos vuelvan a ingresar con documentos y contratos de trabajo, como se hacía durante la Era de Trujillo,  pues tendrían que pagarles salarios justos e incorporarlos a todos los beneficios contemplados en la legislación laboral dominicana.
Un reciente estudio auspiciado por el Banco Mundial dice:  “La inmigración de Haití beneficia a la economía de la República Dominicana, ya que ofrece a las empresas del país una fuerza laboral joven y con salarios relativamente bajos”. Señala que “en el sector agrícola, donde se emplea una mayoría de inmigrantes haitianos, el salario promedio de los haitianos es la mitad del que reciben los trabajadores dominicanos”.

En estos momentos en todos los barrios de Santo Domingo se levantan decenas de torres de apartamentos y otras obras en las cuales laboran miles de haitianos indocumentados. Los hay incluso en las que realizan instituciones del Estado, pero allí nunca han ido los inspectores de Migración. ¿Sabe Usted, por qué?. Porque a mucha gente no le conviene.  Hay asimismo cientos de haitianas laborando en residencias como sirvientas.
Tampoco hay controles fronterizos porque para los militares, comerciantes y empresarios de uno y otro país constituye un grandioso negocio (que deja millones de dólares de beneficio) el tránsito ilegal de personas, mercancías y drogas.  Además, se caerían los mercados “binacionales” y todos los establecimientos comerciales de las ciudades ubicadas a lo largo de la Frontera. .
Las ONGs y todas esas agrupaciones que viven denunciando abusos contra los haitianos no se refieren a esta realidad, pues si la misma desaparece ellas resultarían perjudicadas, pues perderían su razón de ser y, consecuentemente, dejarían de recibir beneficios económicos.


Siguen entrando, ahora "con más fe"


No se ha vuelto a hablar de las vedas que ridículamente autoridades haitianas impusieron a los pollos, huevos y plásticos, sencillamente porque estos productos dominicanos siguen entrando al vecino país, ahora más caros, porque los “peajes” son mayores al tratarse de “artículos prohibidos”.
Vivimos quejándonos de los haitianos, pero resulta que miles de empleos en la República Dominicana dependen de Haití, país que se ha convertido en el principal socio comercial de la República Dominicana, o sea, el país hacia donde más exportamos productos.  Kai Schoenhals, presidente de la Asociación Dominicana de Exportadores (ADOEXPO) lo señala con claridad.  En recientes declaraciones al periódico El Caribe dijo: “Yo creo que desde el punto de vista comercial Haití es el principal socio del país, por encima de los Estados Unidos; eso cuando se sacan las zonas francas. Si le incluyes las zonas francas, Estados Unidos sigue siendo el principal socio de la República Dominicana, pero cuando te vas a exportaciones nacionales solamente, Haití es el principal”.


Exportaciones por mil millones de dólares


Las exportaciones a Haití han mostrado un crecimiento constante en los últimos 5 años, con una tasa promedio del 20%. Los productos principales de intercambio son tejidos de algodón, harina de trigo, galletas, varillas de acero, cemento, entre otros.  Según Schoenhals, el superávit comercial a nuestro favor es enorme: “Ya llegamos a 1,000 millones de dólares en exportaciones y ellos no llegan a 100 millones”.


Las inmigraciones benefician


Es oportuno señalar que las inmigraciones no son malas. Estados Unidos, por ejemplo, nació y creció hasta convertirse en una potencia mundial debido a los inmigrantes. A sabiendas de ello mantiene programas en virtud de los cuales un extranjero convertido en ciudadano norteamericano puede llevarse a vivir allá a su esposo (a), hijos, padres y (de ñapa) hasta los hermanos.  La República Dominicana no ha sido la excepción. Comenzó a progresar en el último siglo gracias a alemanes, españoles, chinos, japoneses, judíos y otros inmigrantes traídos por Trujillo.


Grandes negocios en manos de extranjeros


Nos quejamos de los haitianos, pero los grandes almacenes, hoteles, supermercados, plazas comerciales, restaurantes y otros grandes negocios del país son propiedad de extranjeros, algunos no ciudadanos y mucho menos residentes en la República Dominicana.  Incluso, los principales noticieros de la televisión nacional son conducidos por dos de ellos, y un tercero es el accionista mayoritario de los mas grandes periódicos.
Es bien cierto que hay una profunda diferencia entre los haitianos y los inmigrantes europeos, asiáticos y latinoamericanos no sólo en el color de su piel sino en lo relativo a costumbres, pues estos últimos hacen aportes mucho más significativos en tanto que los primeros traen consigo una cultura que resulta nociva y son mal agradecidos.   Pero hay que admitir también que no todos son malos (algunos hablan perfectamente el francés, el inglés y el español y por ello han pasado a ocupar buenos cargos en empresas privadas, fundamentalmente en hoteles y restaurantes).  Además, son nobles y es relativamente bajo el número de ellos que se ven involucrados en grandes hechos delictivos, contrario a lo que ocurre con dominicanos en Estados Unidos, España, Puerto Rico y otros países, quienes se han visto vinculados al tráfico de drogas, fraudes, asesinatos y otros grandes delitos.


Torpezas mutuas 


Soy de los que piensa que el Gobierno de Haití de Michel Martelly actuó con torpeza al disponer las vedas a productos dominicanos, pues lo hizo en forma intempestiva, sin tomar en cuenta el perjuicio que su propio pueblo iba a sufrir.  Constituyó una  burla que estas medidas fueran anunciadas un día después de que saliera retratado junto a su homólogo Danilo Medina inaugurando un proyecto agroforestal.  Este cantante popular metido a político no ha actuado con energía ni método para lograr organizar sus aduanas y, consecuentemente, evitar el contrabando de productos, posiblemente porque ello no le conviene.    El Gobierno dominicano también ha cometido el desliz de importantizar a los haitianos, enviando a Puerto Príncipe comisiones que, al final de cuentas, han quedado en ridículo.  (Trujillo ni Balaguer cometieron nunca esos errores y manejaron el problema con más cautela).


Presión a las autoridades


Concluimos señalando que en vez de atizar más la candela y de estar fomentando la división y el odio contra los haitianos, deberíamos concentrar esfuerzos en presionar a las autoridades y a otros sectores de poder dominicanos para que abandonen la doble moral y se aboquen a la tarea deregular la entrada de estos extranjeros.
No debemos pretender prohibir que los haitianos vengan y, si lo desean, se queden a vivir aquí.  Pero sí estamos obligados a exigir que lo hagan con documentos y con mayores controles en lo relativo a cuáles deben o no entrar. Más arriba hablábamos de los Estados Unidos, pero hay que destacar que ese país es muy selectivo a la hora de otorgar una visa, y que sus controles en materia de inmigración y de sanidad son rigurosos.
La tarea de exigir controles no debe ser sólo de los dominicanos.  Deben incorporarse a ella los grupos organizados de Haití y todas esas ONGs. que viven haciendo denuncias y exigencias y hablando pendejadas ante organismos internacionales.
Hay que vencer los intereses económicos de uno y otro país. Solo así se podrían aprovechar las grandes oportunidades que ofrecen dos pueblos que, quiérase o no, están obligados a mantener relaciones armoniosas en una misma isla en el centro del Caribe.


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