¿Negro yo? Nooo…soy I N D I O
Germaris Hernández, de 10
años, se acomoda la vincha mientras observa una función del grupo teatral
"Arbol Maravilloso" en Moca, República Dominicana, el 27 de
septiembre del 2013. Los dominicanos de cabello crespo tienden a alisárselo
para no ser vistos como negros. El 80% de los dominicanos son mulatos que no
se consideran negros y prefieren describirse a sí mismos como indios. El
término "negro" lo reservan para los haitianos. (AP Photo/Manuel
Díaz)
Associated Press (AP)/El Dominicano
en USA
En el
auditorio de una escuela primaria llena de niñas sonrientes, Luz Bautista y
Clara Morel contaban historias de princesas y héroes. Morel lucía como
vestuario un plástico blanco sobre una blusa colorida, en tanto que Bautista
tenía una bolsa de papel marrón sobre sus mallas azules.
Ambas
mujeres afrocaribeñas mostraban sus abultados peinados afro. “Sí, eres una
princesa”, le dijo Bautista a Morel, cuyo personaje sufre porque su tez oscura
y cabello crespo la alejan del aspecto típico de una princesa de cuentos de
hadas. “Y tú también (eres una princesa)”, le dijo Bautista a una niña del
auditorio, quien comparte el origen africano y español de las actrices.
Bautista y
Morel son integrantes del grupo teatral “Arbol Maravilloso” que visita escuelas
de barrios populares con su campaña “A la escuela voy como yo soy” con el
objetivo de combatir el racismo y que los niños sientan orgullo del origen
negro de la mayoría de la población dominicana que, pese a sus características
mulatas, tiende a describir el cabello crespo como “pelo malo” y a negar su
condición de afrodescendiente.
El grupo
teatral es parte de un movimiento cultural que trata de combatir prejuicios
históricos a través del arte y la educación. La coreógrafa Awilda Polanco
dirige una compañía de danza que intenta rescatar las tradiciones
afrocaribeñas, en tanto que el Instituto Tecnológico de Santo Domingo capacita
a maestros de primaria para que respeten y festejan la diversidad, la
tolerancia y la herencia africana.
Es una tarea
ímproba en un país donde los documentos oficiales que incluyen la raza o color
de piel, como la cédula de identidad, clasifican a los negros y los mulatos con
una “I”, de indio, e incluso con denominaciones más detalladas como “indio-claro”,
“indio-oscuro” o “indio lavado”, pero muy pocas veces como negro. Aunque
alrededor del 80% de los 10 millones de habitantes de este país caribeño son
mulatos, con una gama de tonos de piel que va desde trigueña hasta muy oscura y
con predominancia del cabello crespo y grueso, los dominicanos se autodefinen
en su mayoría como “indios” con “pelo malo”.
Unos pocos
tienen “pelo bueno”… o lacio. Ocultar el cabello crespo es “la expresión más
visible de un discurso discriminatorio que anula una parte de la cultura”
dominicana, explicó a The Associated Press Morel, directora de “Árbol
Maravilloso”.
El uso del
término “indio” en contraposición con el “negro” surgió como resultado de un
sentimiento en contra del vecino Haití generado durante los 22 años de
ocupación haitiana (1822-1844), explicó a The Associated Press el historiador
Emilio Cordero Michel.
República
Dominicana se constituyó como nación cuando mediante las armas se independizó
en 1844 de Haití. Los niños mulatos, que conforman la gran masa popular,
“crecen avergonzados de sus rasgos físicos, su color de piel y su tipo de
cabello” debido a una larga tradición que niega la negritud y la disfraza con
eufemismos y tratamientos estéticos, dijo Morel.
Las escuelas
públicas no permiten desde hace varias décadas que las niñas de cabello crespo
lo usen suelto y piden que los varones se lo corten al ras con el argumento de
que deben evitar la propagación de piojos. Cuando una escuela prohíbe el
cabello crespo suelto, “los niños entienden que hay algo malo en sus
características”, afirmó Morel, agregando que las reglas en los colegios “no se
aplican por igual”, pues las niñas de cabello lacio o “pelo bueno”, sí pueden
lucir el cabello suelto, al igual que la niñas de cabello crespo luego de
alaciárselo.
Uno de los
objetivos de las charlas, canciones y obras teatrales de “Árbol maravilloso” es
convencer a los profesores de que flexibilicen las reglas orales contra el
cabello crespo y que propicien el orgullo hacia la identidad afrodescendiente.
Tras una presentación, un alumno de una escuela en un barrio popular de Santo
Domingo se acercó a Morel y le dijo “yo quiero ser de su grupo”, pero no
deseaba ser actor. “Yo también quiero ser afrodescendiente”, detalló el niño de
piel oscura y cabello crespo.
El “rechazo
a la negritud” se asocia a la visión de que “los haitianos son los negros y
nosotros, los blancos”, consideró Desirée del Rosario, coordinadora académica
del centro de estudios de género del Instituto Tecnológico de Santo Domingo.
Aunque insiste que ese rechazo tiene un trasfondo racial. Durante la sangrienta
dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961), quien ordenó en 1937 la
ejecución de unos 17.000 inmigrantes haitianos, el término “indio” fue incluido
en la cédula de identidad y electoral, recuerda Cordero Michel. El propio
Trujillo, un mulato obsesionado por mermar la negritud del país, se maquillaba
el rostro para reducir el tono de su piel. “Pocos países usan el color de la
piel en los documentos de identificación, pero éste es un país racista”,
lamentó Cordero Michel.
El Comité
para la Eliminación de la Discriminación Racial de Naciones Unidas consideró en
un informe del 2013 que las “denominaciones `indio-claro’ e `indio-oscuro’, que
aún persisten, no reflejan la realidad étnica” de República Dominicana. La
organización manifestó su preocupación por “la firme negación del Estado” sobre
la existencia de discriminación racial, pese a frecuentes denuncias y prácticas
de la vida cotidiana.
Pero José
Ricardo Taveras, director de Migración y uno los representantes del país en la
reunión de ese Comité ha insistido que no existe racismo, como en Estados
Unidos, sino sólo algunos casos aislados. “Nuestra nación se ha constituido en
base a un crisol de razas y riqueza cultural donde la migración ha jugado un
papel predominante”, recordó Taveras en su participación el 4 de octubre en una
reunión sobre migración en el marco de la Asamblea General de la ONU en Nueva
York.
El
funcionario destacó que el código penal establece sanciones de cárcel para quien
incurra en discriminación. El procurador general Francisco Domínguez anunció en
mayo pasado sanciones para los centros de diversión que discriminaran a los
clientes por su color de piel, raza, peinado o vestimenta, luego de que una
joven de doble nacionalidad, estadounidense y dominicana, aseguró que un bar de
una exclusiva zona de Santo Domingo le negó el ingreso junto a varios amigos
extranjeros por ser mulatos y mestizos.
Entre los
procedimientos estéticos orientados a disimular la negritud, el más popular y
arraigado es el alaciado del cabello entre las mujeres, que ha generado una
millonaria industria de belleza y ha dado prestigio a las estilistas
dominicanas en Haití, Puerto Rico y en la costa este de Estados Unidos. Según
el estudio económico y antropológico de los salones de belleza realizado por
Gerald Murray y Marina Ortiz en el libro “Pelo bueno, pelo malo”, las mujeres
dominicanas de todas las clases sociales invierten 12% de sus ingresos en
tratamientos estéticos. En los salones de belleza es frecuente ver a niñas a
quienes les alisan el cabello con rolos y secadora o incluso con químicos. “Eso
es un asunto de racismo, pero también de protocolo”, comentó el ama de casa
María Cosme, quien comenzó a alaciar el cabello de su hija María Isabel desde
que la niña tenía cuatro años.
“Pero le
pongo un (químico) desrizado que no es tan fuerte como el de adultos”, asegura
Cosme, cuya hija tiene en la actualidad siete años. Cosme, habitante de un
barrio popular del oriente de Santo Domingo, narra que decidió alisar la
cabellera de su hija por la presión escolar.
Recuerda que
un día de fiesta envió a su hija al colegio de monjas con su cabello crespo
suelto, sólo adorando con una cinta, y las profesoras le recogieron el cabello
y le advirtieron a la niña que para acudir a clases tenía que amarrárselo. Esas
restricciones se extienden a los centros laborales. Elizabeth Veloz, una
diseñadora gráfica que gusta de usar al natural su cabello rizado, asegura que
el jefe de recursos humanos de la empresa de auditores en la que ella trabajaba
la cuestionó, poco antes de despedirla, sobre su negativa a alaciarse la
cabellera. “Me dijo que el pelo rizo no es un pelo formal, que es un pelo de
playa”, comenta entre risas Veloz. “íPero lo peor de todo es que él es negro,
como yo! y se los recorta al ras porque lo tiene crespo”. Pero no todo mundo
coincide que el alaciado del cabello tiene tintes racistas.
“Los moños
(los rizos apretados) son difíciles de peinar; ¿tú sabes lo que duele pasar el
peine?”, explicó María Cándido, una joven de ascendencia haitiana que, pese a
la pobreza y marginación del poblado donde vive, se alisa el cabello una vez al
mes.
La estilista
profesional Yoly Reyes, quien desde los 15 años se alisa el cabello, reconoce
que “soy negra y no por alaciarme el pelo voy a dejar de serlo, pero creo que
con el pelo lacio me veo más bonita”.
Reyes
cuestiona: “¿Cuándo tú has visto a la esposa de Obama con el cabello crespo? No
creo que ella se lo alise para dejar de ser negra”.
Comentarios