El gran laberinto
Ramón Colombo
Antes de
tomar una decisión importante, un Jefe de Estado, por más democrático que sea,
analiza, consulta leyes, se asesora, sopesa pros y contra, calcula el impacto,
reflexiona él solito, asume su convicción definitiva y, salga pato o gallareta,
toma la decisión y baja una línea única al Gobierno del que es
Jefe...Jefe...Jefe, y en el que solo debe haber un discurso: el suyo. Pero
parece que nuestro Jefe de Estado vive rodeado de parlanchines que tocan su
propia partitura, lo que le impide salir rápido a camino con lo que sea. Lo de
la 168 lo demuestra.
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