Al que escupe para arriba...
EL AUTOR es sociólogo. Reside en Santo Domingo
Melvin
Mañón/Almomento.net
Nadie sabe a
ciencia cierta el número, pero según varios estimados, más de dos millones de
dominicanos han emigrado de su país buscando mejor vida. Nadie sabe tampoco a
ciencia cierta cuántos de esos dominicanos ingresaron y permanecen ilegalmente
en esos países.
Tampoco
sabemos cuántos de esos dominicanos han tenido descendencia en los países de
acogida. ¿Por qué es relevante este recuento? Pues porque, con la sentencia del
Tribunal Constitucional sobre los ilegales haitianos, la República Dominicana
se despoja de toda autoridad moral o legal para encaminar cualquier reclamo a
favor de sus nacionales en el extranjero, el día que fuera necesario y ya lo ha
sido en más de una ocasión.
Todo lo que
indebida e inmerecidamente las autoridades dominicanas actuales le hagan a los
haitianos, le será retribuido con creces al país en su conjunto y en particular
a los dominicanos ilegales en el exterior. Ninguna sentencia, de ningún
tribunal, sobre ninguna materia, puede sobreponerse a la realidad objetiva de
un país, una época, un entorno y sus circunstancias.
Podrán
decir, hablar, construir muros, perseguir gente, hacer ruido y ganarnos
enemigos a granel, pero nada de eso hará cambiar la realidad. No la cambió
Trujillo con la matanza de haitianos en 1937, no ha cambiado en Europa ni en
EEUU, menos podrá hacerlo aquí ni ahora. Mientras haya un índice de prosperidad
mayor en este lado de la frontera, habrá inmigración haitiana y eso es válido
para cualquier otro país y para cualquier otro entorno.
Si esa
inmigración es legal o ilegal, es totalmente irrelevante. Lo que cuenta son los
hechos. Sobre todo, si se observan dos aspectos: uno, que las leyes y
sentencias en papel no pueden reemplazar el incumplimiento, la
irresponsabilidad y el abandono reiterado y múltiple de todas las autoridades
dominicanas en la administración de la frontera terrestre. Otro, que la
sentencia del tribunal es antihistórica y absurda a más no poder por cuanto,
los países que como EEUU tienen una enorme masa de indocumentados están
ultimando detalles de un proyecto de ley para regularizar el estatus de esas
personas cediendo así a la realidad de los hechos en lugar de
fantasías o pesadillas legales sin sentido y sin futuro.
Mientras
en EEUU se aprestan a resolver el limbo legal en que viven millones de
personas, aquí, alegre e insensatamente, envían al mismo limbo a cientos de
miles de haitianos y dominicanos.
Tenía y
tiene sentido que un tribunal o autoridad competente, si hubiera alguna en este
país, agotando un proceso de consultas múltiples y multidisciplinarias se
abocara a buscar una
solución legal a la
inmigración ilegal haitiana. Eso tendría sentido. Lo que han hecho, en cambio,
y como bien apuntaba Felipe Ciprián podría y debería ser invocado contra
algunos de los mismos jueces hijos de inmigrantes, acaso ilegales, y una buena
parte de la población total del país, del congreso, del gobierno, de la
magistratura y sobre todo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.
Pero el tema
haitiano en general y la sentencia del Tribunal Constitucional tiene otras
vertientes.
De repente,
el tema sobre el que más se habla, donde todo el mundo opina y en el cual se
centra de repente la atención es la sentencia del tribunal sobre el tema
haitiano. Ese es un tema muy viejo, pero que conveniente le está resultando al
PLD.
No tenemos
crisis económica, no estamos en peligro de muerte por la inseguridad física y
jurídica, tenemos buena energía eléctrica y barata, todo el mundo tiene agua,
no hay carreteras malas ni desempleo, la canasta familiar no ha subido ni los
impuestos tampoco, los mercados están abastecidos de todo producto al mejor
precio, el sistema político nuestro funciona a las mil maravillas y somos un
país tan genial que nuestras autoridades no tienen que investigar los actos de
corrupción denunciados y pueden ponerse a fondo a perseguir prostitutas.
El anti haitianísmo
es una causa peligrosa y perdida de antemano, pero muy efectiva y oportuna. Ya
no tenemos en este país más problemas de que ocuparnos si no es el tema
haitiano y la famosa e indigna sentencia.
Los que
invocan los derechos y privilegios de la soberanía para decidir sobre el tema
de los ilegales haitianos podrían merecer algún crédito si los hubieran
invocado cada vez que este país ha sido invadido por tropas extranjeras,
intervenidas sus finanzas, conculcados sus derechos.
Quienes
jamás han defendido esta patria no tienen moral para invocar este argumento.
Son aves de paso, serviles, lambones de banqueros y canallas endémicos de
nuestra fauna.
Ningún
gobierno corrupto ni hijo de la corrupción puede tener credibilidad ni tampoco
tendrá autoridad para imponer esa sentencia, pero, mientras tanto y por un buen
rato, el país será el hazmerreir de la comunidad internacional. En el
gobierno y en el partido de gobierno seguirán riendo a carcajadas y puede
suceder que, de la histeria antihaitiana desatada, broten episodios de
violencia de los que este país saldrá aun mas ensangrentado y desprestigiado de
lo que ya está.
La
inmigración ilegal haitiana es un problema, pero no es el problema principal
ahora ni tampoco es la sentencia una solución. De hecho, el problema haitiano
es en primer lugar un problema dominicano, no solamente por el componente
económico, sino porque quien no haya sido capaz de poner orden a lo interno
jamás podrá organizar la presencia, el flujo y las relaciones con el vecino
Haití y esta, debo decirlo, no es una culpa que se le pueda atribuir o endilgar
a Danilo Medina. Suyas son muchas otras, pero esta no.
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