La parte de atrás de Playa Bávaro


 

Cuando vas a Playa Bávaro en República Dominicana se tiene una idea de que todo es comer y beber en los hoteles 'todo incluido'. Pero afortunadamente existen otras ofertas interesantes. La mía fue ir a visitar las plantaciones de caña de azúcar, de donde dicen que procede el mejor ron del mundo. El micro-universo de Punta Cana es atractivo, no hay que negarlo, pero concentrarse en una playa de postal con todo un país a tus espaldas quizás sea perderse demasiado.





Me recogió un autobús y me llevó a la ciudad de Higüey donde me dieron las llaves de un jeep. Toda la responsabilidad de la conducción cayó sobre mí. Pero la presión no me pesaba. Nos juntamos con otros cinco o seis vehículos para formar una caravana durante unos quince kilómetros donde están situadas las plantaciones. Una aventurita de salón pero que emociona, no se crean. Una serie de tipos con gorras, sombreros de presuntos exploradores, gafas de sol y cámaras de foto no parece la imagen de una expedición de las que marcan una época, pero menos da una piedra.
El latifundio es algo que impresiona. La otra cara de la producción agrícola de un país que se sustenta en la riqueza de su tierra y en el turismo. Gente recia con los músculos en tensión bajo el sol. Lo que se llama doblar la espalda y ganarse el pan con el sudor de la frente. Da un poco de reparo pensar que nuestros problemas en ese momento es buscar un buen encuadre para tomar una instantánea e idear un combinado para tomar en la piscina al regreso al hotel, mientras que aquí el personal se parte el lomo.
Allí en el latifundio azucarero uno de los trabajadores sacó su machete y tras cortar y cortar, nos dio a probar la caña recién sesgada. Maravillosa sensación en el paladar. En un alarde reivindicativo nos contó que tres grandes familias tienen monopolizada casi todas las plantaciones. Los empleados que trabajan estas tierras son los vecinos haitianos. Cada uno recoge unas dos toneladas diarias. Cansa de sólo pensarlo. Me pareció toda una barbaridad... además a machetazos. Ellos cobran su salario por tonelada, ¡tan sólo seis dólares por una tonelada! Según nos comentó viven en chabolas improvisadas junto a toda su familia en la misma plantación. Una cierta dosis de hacinamiento, posiblemente demasiada pobreza y necesidad. Los hijos de los trabajadores aprovechan la llegada de los turistas para realizar tareas de mendicidad.

EL ORO NEGRO QUE SE COME

Aprovechando el jeep, nos acercamos a las plantaciones de tabaco y su fábrica para ver cómo las cigarreras hacen unos auténticos puros. Por supuesto tuvimos con degustación incluida. Seguimos con más plantaciones, fue el turno para el cacao. Antigua moneda para los mayas y símbolo de poderío económico. Qué bueno estaba. Me llevé un kilo para mi casa, que aún sigo sin saber cómo hacerlo. Reconozco que es una pena. Espero conocer algún día el secreto.
Para comer nos metimos en una especie de cortijo con comida rural típica dominicana antes de dar un paseo a caballo. En realidad fue un planazo, mejor que ver pasar las horas tirado en una hamaca privando desde primera hora. De regreso para devolver los jeeps, tiramos por caminos selváticos... Un día diferente a la vida del 'resort'. Que todo sea dicho es la gran vida.


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