LA DELINCUENCIA (Juan TH)
LA DELINCUENCIA
Juan Taveras Hernández (Juan TH)
Tal vez no
exagere si afirmo que no hay una sola persona de este país que no haya sido
víctima de un atraco, robo, asalto,
violación, secuestro, asesinato o
intento de asesinato.
El que no ha
vivido esa pesadilla sabe de alguien cercano como la esposa, esposo, suegra,
suegro, hermano, hermana, padre,
madre, cuñado, cuñada, hijo, hija, primo, prima, amigo,
amiga, vecino, vecina, compañero de trabajo, que ha
sido objeto de un acto delincuencial.
Lejos de
disminuir, la delincuencia crece, como la verdolaga. No se detiene. Las
autoridades hacen planes, dictan medidas, modifican las leyes y crean otras
para aumentar las penas y sanciones; envían militares a las calles; prometen
instalar cámaras en las esquinas y centros comerciales. Pero nada detiene a los
capos.
Los
ciudadanos, temerosos, viven enjaulados. Todas las casas y apartamentos han
sido amurallados con acero. Estamos presos del miedo. Las calles son un horror.
La gente vive espantada hasta de su propia sombra. Caminamos nerviosos por las
calles ante el temor de ser asaltados. Si vemos un agente policial no sabemos
si es un atracador vestido de policía o un policía atracador, que no es lo
mismo, pero es casi igual.
El gobierno
recurre, a través de la policía, al crimen en vulgares intercambios de
disparos. Los jueces dan “ejemplos” condenando a los delincuentes pobres. Pero
no basta. Como tampoco basta el lanzar los guardias a las calles, ni el
populismo judicial. El problema hay que combatirlo desde la raíz, no con
demagogia barata.
Es simple. A
mayor nivel de pobreza, mayor nivel de delincuencia y criminalidad. (No estoy
inventando el agua tibia, ni el hielo en cuadritos)
El problema
es el modelo económico, político y social de privilegios e injusticias que
impera en el país. Si no cambiamos el modelo que genera pobreza y exclusión social,
no disminuirá la delincuencia. Un sistema que genera pobreza, genera, en igual proporción, delincuencia de
todo tipo.
Un país
donde más del 30 % de sus jóvenes ni estudia, ni trabaja, es un generador de
crimines y delitos. Un país con más de
la mitad de su población en pobreza, sin empleos dignos, sin viviendas, salud y educación, no puede
producir más que ladrones y asesinos.
(La sobrevivencia obliga)
Se mata, se
apresa y se castiga al ratero, pero se protege al funcionario corrupto, al
político depredador, al empresario o comerciante que evade el pago de sus
impuestos o se dedica al contrabando. Ellos, los ladrones de cuello blanco,
jamás van a las cárceles. Cerca de 20 pobres hacinados en cárceles miserables,
mientras los corruptos exhiben sus fortunas inescrupulosamente.
Cárcel y
muerte para los delincuentes pobres;
impunidad y libertad para los delincuentes ricos. (El que roba un peso
es un ladrón, pero el que roba millones es un señor que compra generales, abogados, jueces, periodistas y
curules en el Congreso)
Si queremos
combatir la delincuencia hay que cambiar el modelo de exclusión y marginalidad
social y crear un sistema más equitativo, más justo, más humano. El país no
puede seguir siendo propiedad de 22 familias. El modelo no puede ser un modelo
de privilegios para pocos mientras condena a la mayoría al desamparo. (Es
obligatorio eliminar o reducir las exenciones fiscales, combatir la corrupción
para eliminarla o reducirla considerablemente, mientras se crea una justicia
que respete los derechos de todos por igual, con una policía civil, no militar)
Reducir la
pobreza es la mejor forma de reducir la criminalidad. No es matando ni
encarcelando pobres como se elimina ese flagelo, ni entrenando y armando hasta los dientes a policías pobres
para que maten a otros pobres. No, señores del Palacio Nacional. No, señores
del Congreso. No, señores de la Prensa. No, señores de la Justicia. No, señores
de las Iglesias.
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