Danilo Medina, ¿fin del caudillismo?
Danilo
Medina, ¿fin del caudillismo?
Rosario Espinal
Rosario Espinal/Hoy
He planteado
en escritos anteriores, y lo reitero, que el principal legado de Leonel
Fernández a la sociedad dominicana no fue el Metro de Santo Domingo, ni los
túneles ni los elevados, aunque sean los más visibles, sino haberse ceñido a la
disposición constitucional de que no podía repostularse en las elecciones de
2012.
Sus
defensores dicen que lo hizo por convencimiento democrático, y sus detractores
argumentan que no tuvo otra alternativa porque los votos en el congreso no
alcanzaban para cambiar la Constitución que el propio Fernández había promovido
y proclamado en el 2010. Sea una razón o la otra, su decisión de permitir la
alternabilidad en el PLD abrió la posibilidad de que el país probara suerte con
otro presidente, y eso es muy importante en la construcción de un sistema
democrático.
Antes de ser
electo candidato presidencial del PLD en 2011, Danilo Medina había perdido las
elecciones presidenciales del año 2000 y las primarias del PLD de 2007. Las
adversidades en ambas ocasiones provenían en parte del contexto político, y en
parte del propio Medina.
En el año
2000, el PRD venía en ascenso electoral con ventarrones a su favor, y Joaquín
Balaguer se postuló, con lo cual, el PLD perdió un segmento importante de
votantes. En el 2007, Leonel Fernández gobernaba a sus anchas después de haber
restablecido la estabilidad económica perdida en 2003-2004, y la Constitución
vigente le permitía repostularse.
Medina, por su lado, era visto como un
estratega más que líder político, y no proyectaba fuerza carismática. Para
ganar en 2012, tuvo que contar con el apoyo decidido de Fernández, quien hasta
ese momento, era el único líder de dimensión nacional que tenía el PLD.
Desde la
Presidencia, Danilo Medina ha forjado su liderazgo en base al acercamiento con
el pueblo a través de tres mecanismos claves: 1) las visitas sorpresas donde él
es actor principal sin gran cortejo. 2) Medidas populares como el 4% del PIB
para la educación, obras por sorteo, protección de los terrenos de Bahía de las
Águilas, reclamo a la Barrick, revocación del aumento de la tarifa eléctrica, y
medidas de austeridad en la administración pública. 3) Ha proyectado una imagen
personal de trabajo, sencillez y frugalidad. Una mayoría del pueblo dominicano
aprueba su gestión, como muestran las encuestas confiables realizadas durante
el último año.
Podría
sorprender que la popularidad de Medina haya coincidido con un período de bajo
crecimiento económico, una reforma impositiva que deja la población con menos
dinero, aumentos en el precio de los combustibles, delincuencia, y falta de
persecución de la corrupción. Su estilo personal de gobierno ha sido un
antídoto ante estas adversidades, y le beneficia también la ausencia de un
partido opositor, y la culpabilidad que un amplio segmento de la sociedad asigna
a Fernández por los problemas heredados.
Por
experiencias en muchos países se sabe que la popularidad de un presidente puede
desplomarse rápidamente, y Medina no es inmune a ello. Pero independientemente
de lo que suceda hacia adelante, que nadie puede predecir, la alta popularidad
de Medina sirve para recalcar la idea de que una de las virtudes de la
democracia es la alternabilidad: experimentar con nuevos políticos, nuevos
estilos y nuevos programas de gobierno. Unos presidentes darán la talla y otros
no, pero siempre es mejor tener la posibilidad de probar alternativas que ser
dependientes de un caudillo que "vuelve y vuelve".
La
popularidad es un capital político que un presidente puede usar bien o mal.
¿Qué hará Medina con ese capital en este segundo año? Ojalá use mucho para
institucionalizar el Estado.
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